Un periodista en el Concilio


6 de diciembre de 1962


LA IGLESIA DE LOS POBRES

Otra gran sesión la de hoy. Está visto que el Concilio quiere cerrar sus jornadas en gran forma. Cinco de las intervenciones de hoy defendían abiertamente el esquema. Ha sido preparado diligentemente, los trabajos preparatorios fueron seguidos por el Papa, que varias veces asistió a las sesiones de trabajo y demostró su complacencia. Lo que urge es la renovación interior de la Iglesia sin mirar fuera demasiado; renovada la Iglesia, recibirán un impulso la actividad misionera y los esfuerzos por la unidad. Las críticas que se han hecho al esquema han apuntado defectos, pero no soluciones. No hay que olvidar que se trata de un esquema dogmático y es lógico que su lenguaje sea escolástico. Los obispos tienen obligación de defender la doctrina contra los errores, no deben tener miedo de llamarlos por su nombre. Hay que tener cuidado no se dé la impresión de que nos alejamos del camino de lo recibido, esto sería engañar a los hermanos separados y a los observadores. Se ha acusado al esquema de triunfalismo, pero también los Padres y la Escritura usan términos que exaltan a la Iglesia. Se le ha tachado de "clericaIismo", pero en realidad la distinción de órdenes jerárquicos es esencial a la Iglesia. Se le ha criticado como "juridicista", pero la Iglesia es también una sociedad y una estructura. Es cierto, ha dicho otro de los Padres, que el misionerismo, la conquista de los alejados son esenciales a la Iglesia y que su impulso es uno de los fines de este Concilio. Pero eso puede conseguirse sin introducir novedades, hay muchos métodos nuevos que simplemente reviven lo tradicional.

Otros Padres han criticado en cambio el esquema o han pedido aclaraciones o ampliaciones. Así alguien ha señalado que, mientras el esquema habla largamente de obispos, religiosos y seglares, prácticamente no habla nada o casi nada de los sacerdotes. Este silencio ha hecho daño al corazón de muchos sacerdotes y de no pocos obispos, porque los sacerdotes son una de las más importantes fuerzas vivas de la Iglesia. Es necesario que el esquema aclare más los lazos sacramentales y vitales que unen a los sacerdotes con sus obispos. Conviene especialmente aclarar que la base de la obediencia en los sacerdotes es distinta que en los fieles, ya que en aquéllos toma su origen del sacramento del orden y es más caliente y más vital.

Dos intervenciones interesantes han sido las de monseñor Méndez y la de monseñor Hakim. El obispo mejicano de Cuernavaca pedía que el Concilio definiera la postura de la Iglesia hacia los judíos. Juan XXIII ha conseguido hacerse amar del pueblo hebreo, pero no pocos cristianos se dejan llevar de un inconsciente antisemitismo. También convendría revisar la postura de la Iglesia hacia las sociedades secretas, ya que la Masonería no siempre ha sido y no siempre es antirreligiosa.

Monseñor Hakim ha hecho una profunda crítica del esquema desde su punto de vista oriental de obispo de Galilea, la tierra donde vivió Jesús. El esquema, ha dicho, no valora lo suficiente la teología oriental. Sólo cinco de las trescientas citas que hace en sus notas provienen de Padres orientales y la concepción se resiente por ello de juridicismo romano. Un San Juan Damasceno, por ejemplo, jamás hubiera reducido el misterio de la Iglesia a unas relaciones entre autoridad y obediencia. Es necesario que en la reelaboración de este esquema se consulte a la comisión oriental para que se tenga en cuenta nuestra tradición. En ella no ha de verse una oposición a Pedro. Sobre todo nosotros, que vivimos en las orillas de donde se dijeron las palabras "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" amamos apasionadamente a Pedro.

También criticó monseñor Hakim el lenguaje del esquema. "Que se nos hable otro lenguaje, dijo, el de nuestro siglo. En el esquema encontramos un tono que nos recuerda los elementales manuales de teología que estudiamos de seminaristas. Que se nos hable en el lenguaje de Juan XXIII y en el del Evangelio. Que se nos muestre a la Iglesia como una madre amable. Si se nos presentase el primado como un servicio y como la respuesta a la triple pregunta de Cristo a Pedro, tal lenguaje sería entendido por todos los cristianos y aún por quienes no lo son".

Pero el gran momento de la sesión de hoy se ha vivido durante la intervención del cardenal Lercaro. "Se podía cortar el silencio con un cuchillo" me comentaba uno de los asistentes.

La labor del Concilio -dijo el cardenal de Bolonia- es mostrar a todo el mundo a la Iglesia por signos tales que todos puedan reconocerla. El primero de todos estos signos es la pobreza. Por ello es necesario que este tema de la pobreza esté bien presente a todas las comisiones que quieran hacer un trabajo pastoral, porque esta es una condición indispensable para una evangelización eficaz.

El ser y la acción de la Iglesia deben ir "marcados" por esta nota. La pobreza es el signo de la encarnación. Los profetas que la anunciaron, María que fue el instrumento, Belén que fue su teatro, estuvieron marcados por el signo de la pobreza.

Ahora bien, el mundo moderno insulta a la pobreza de dos terceras partes de la Humanidad. El Concilio no puede eludir la pregunta que hacen hoy a la Iglesia centenas de millones de pobres. Es necesario por tanto que el esquema sobre la Iglesia exponga la doctrina de la pobreza en la Iglesia, que subraye la eminente dignidad de los pobres, los preferidos de la Iglesia y en quienes Dios esconde su gloria.

En las reformas en este camino habrá que proceder con prudencia, pero sin miedo ni componendas. Habrá que delimitar, en consecuencia, el uso de los bienes materiales en la Iglesia, de tal modo que la Iglesia pueda decir siempre como Pedro y Juan: "No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy". Que los obispos, muchos de los cuales son verdaderamente pobres, parezcan como tales, siempre temerosos de escandalizar a los pobres. Que exista una verdadera pobreza sacerdotal y una pobreza de las Congregaciones religiosas que están ligadas a ella por voto.

Si la Iglesia es fiel a la pobreza en ella encontrará la luz y descubrirá el camino más apto para predicar íntegramente el Evangelio, mensaje del Dios que, por amor al Hombre, siendo como era rico, se hizo pobre.

Se comprende que el aire se cortase con un cuchillo, y que, al concluir, la Asamblea estallase en uno de los más vivos aplausos que ha conocido el Concilio.


GOLPE DE TIMON

Hoy nuevo golpe de timón -decisivo esta vez- en la marcha del Concilio. Y creo que, aunque la cosa estaba ya en el ambiente, ni los más agudos observadores podían prever tanto vigor en la mano del Papa. Ahora es cuando se comprende que el cardenal Montini sabía dónde iba con su carta del domingo y que los cardenales Léger y Suenens sabían lo que pedían al hablar de una reestructuración de la marcha del Concilio y de una comisión que mantuviera el espíritu del trabajo de estos meses en la línea del discurso de apertura.

Las normas dictadas hoy por el Papa recogen y arquitecturan todas estas preocupaciones.

En ellas por de pronto se dice que, en el intervalo entre sesión y sesión, las comisiones conciliares han de reexaminar y reelaborar todos los esquemas. Y han de examinarlos a una luz: a la de la alocución pontificia del 11 de octubre, fecha que comienza a ser histórica no sólo por haber inaugurado un Concilio, sino también una nueva manera de pensar. El Papa, en las normas hechas públicas hoy, vuelve a recoger los párrafos de su discurso en los que dice sin rodeos lo que quiere que sea este Concilio: un recoger las verdades antiguas y decirlas en el lenguaje de los tiempos actuales; un orientar todo con un carácter directa y prevalentemente pastoral; un decir la doctrina maternalmente, con el tono de la misericordia.

Por todo ello -prosiguen las normas pontificias- es necesario que entre todos los temas preparados se elijan principalmente aquellos que afecten "a la Iglesia universal, a los fieles y a la entera familia humana", dejando los puntos particulares a -novedad importante- las comisiones que serán constituídas después del Concilio. ¿No serán entonces las Congregaciones Romanas quienes aplicarán el Concilio, sino comisiones especiales que se constituirán concluídas las sesiones?

Pero sin duda la gran novedad de hoy es la constitución de una nueva comisión coordinadora, directora de las tareas del Concilio. El Papa hace suya, pues, aquella preocupación que señaló el cardenal Montini: "la falta de una autoridad que dominara la preparación de los esquemas, que señalase la idea central y arquitectónica que marcase el punto focal del Programa". ¿Quiénes formarán esta comisión? Se sabe que la va a presidir el secretario de Estado, Cardenal Cicognani, y se rumorea que la formarán los cardenales Lienart, Suenens, Doepfner, Urbani, Confalonieri y Spellman. Me parece que basta leer esta lista para -si se confirma- conocer la orientación a la que esta comisión se inclinará. ¿Cuál será su tarea? Prácticamente dirigir el Concilio en estos diez meses de intersección: coordinar los trabajos de las comisiones y, sobre todo, vigilar -las normas usan exactamente esta palabra- para que las comisiones trabajen a la luz de la idea del Concilio: su universalidad, su modernidad, su pastoralidad.

Aún hay más novedades: Las comisiones en sus trabajos podrán llamar nuevos peritos, especialmente en los temas que toquen con el apostolado, peritos elegidos "no tanto por razones de oficio cuanto por razones de competencia". ¿Hace falta mucha imaginación para ver aquí recogida la petición de varios cardenales que señalaron que se debía pedir ayuda a peritos seglares? Y durante estos diez meses el Concilio seguirá realmente abierto: las comisiones trabajarán durante este intervalo; reelaborarán los esquemas y los enviarán a los obispos para que éstos manden por escrito las correcciones que crean necesarias. A la vista de estas correcciones de nuevo revisarán las comisiones los esquemas, con lo que se presentarán al Concilio mucho más maduros y se evitarán muchas de las pérdidas de tiempo que han sido tan características de esta primera sesión.

Ha causado impacto esta decisión de Juan XXIII, su vigor para tomar decisiones tan radicales. El Concilio cogerá con ello un ritmo totalmente nuevo. No morirá de aburrimiento, esto puede asegurarse. Juan XXIII está decidido a hacer "su" Concilio sin que nada cierre el camino.

Así, pues, el Vaticano II va a cerrar sus sesiones solemnes, pero va a quedar más abierto y más vivo que nunca. Juan XXIII ha cogido vigorosamente el timón y está decidido a no dejar dormirse a la Iglesia. Concluído, pues, su "noviciado" el Concilio se dispone a seguir su marcha a velas desplegadas.

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