Un periodista en el Concilio


25 de noviembre de 1962


LA LIBERTAD ES SANTA

"Estos son los días del noviciado del Concilio Vaticano II." Con estas palabras, que el Papa ha pronunciado esta mañana, ha definido con una precisión notarial la marcha del Concilio. Estamos realmente en un noviciado, y en él es mucho más importante lo que se plantea, lo que se enfoca, lo que se encarrila, que lo que se logra.

Por eso, quizá, hay en todo mucho más de tanteo, mucho más de tomarle el pulso a la Iglesia, que de ultimar este o aquel detalle. Así tenemos ya prácticamente cerrado el esquema de los medios de difusión, y mañana se abre el apasionante de la Unidad. Pero aún hay algo más significativo: ayer se ha entregado a los Padres, para estudiarlo inmediatamente después del de la Unidad, el esquema "De Ecclesia", el gran caballo de batalla de este Concilio, según todos los pronósticos.

¿Es que acaso el Concilio espera en once únicas sesiones dejar listos sus dos más difíciles esquemas? ¿No es más lógico pensar que hay en todo esto un afán de tanteo, que los Padres, antes de separarse, quieren dejar planteados los problemas más vivos y registrar las primeras impresiones de la asamblea ante ellos? La experiencia realizasa en el esquema de la Revelación demuestra que discrepancias parecidas podrían producirse en estos dos esquemas. ¿Para qué perder tiempo en la próxima sesión cuando, vista una baraja de opiniones sobre ellos, las comisiones podrían reelaborarlos en el período intermedio? Porque esta impresión va difundiéndose: habrá que reelaborar casi todos los esquemas, según la nueva línea expuesta por el Papa y apoyada por la mayoría de los Padres conciliares: una línea más pastoral, más abierta al mundo y al lenguaje moderno, más constructiva, más preocupada por el acercamiento a los hermanos separados. No es pequeño fruto para un noviciado el haber visto todo esto.

Y quizá la gran clave de este logro haya sido la libertad de expresión de los Padres conciliares. También en su discurso de esta mañana en Propaganda Fide lo recogía el Papa:

"Estos son los días del noviciado del Concilio. Se discute mucho, pero la libertad es santa y dará frutos santos. Es natural que siendo tantos los que hablan haya diversidad de opiniones. La santa libertad es ésta y la Santa Iqlesia ha dado prueba, en esta circunstancia, de saberla respetar."


LA LIBERTAD ES SANTA, PERO...

Hay casualidades que matan. A la misma hora en que el Papa decía que la libertad es santa y elogiaba la diversidad de opiniones..., la Oficina de Prensa del Concilio no se atrevía a repartir entre los periodistas el sermón que monseñor Helder Pessoa Cámara acababa de pronunciar en la misa de San Ivo della Sapienza.

Helder CamaraTodos los domingos hemos venido teniendo en esta bonita iglesia borrominiana una misa, dicha y predicada por los más "periodísticos" Padres conciliares, y todos los días se nos distribuía, a la salida, multicopiado en todas las lenguas, el sermón que acabábamos de oír. Todos los días..., menos hoy.

Monseñor Pessoa, auxiliar de Rio de Janeiro, es uno de los más famosos obispos sudamericanos. Conocido por "el obispo de los suburbios", es famosa su campechanía y su directo modo de hablar. Por eso a nadie de cuantos le conocíamos nos ha extrañado que en su sermón comentase con palabras duras la "pompa de la misa inaugural del Concilio, difícilmente soportable en esta época de la televisión". y que nos dijera con toda normalidad que es imperdonable que el Concilio no haya aún abordado ninguno de los mayores problemas de nuestra época". Aunque -y aquí estaba la gran noticia- Juan XXIII tiene la intención de crear próximamente una comisión especial, encargada de estudiar los problemas de los países subdesarrollados, de la superpoblación, del hambre, de la guerra atómica y de la paz".

¿Hasta qué punto era cierta esta oticia? Los encargados de la Oficina nos han pedido que demos esto como un simple rumor, como un proyecto, pero no como una fruta madura. Lo haremos así. Pero he visto brillar muchos ojos de alegría ante la noticia.


LA IGLESIA ESTA DECIDIDA A...

Pero quizá, por encima de esta comidilla, lo más importante del sermón de monseñor Helder Camara haya sido su esquemático balance de esta primera sesión:

De las discusiones de estas tres semanas se deduce ya claramente el sentido en el cual la Iglesia quiere caminar durante el próximo siglo:

La Iglesia está más decidida que nunca a cambiar sus puntos de vista negativos por amplias visiones positivas.

La Iglesia esta más decidida que nunca a presentar las verdades, de las que tiene necesidad el pueblo, de una manera accesible y con lenguaje de nuestros días.

La Iglesia esta más decidida que nunca a adoptar una pastoral litúrgica y comunitaria capaz de hacernos sentir la religión como una realidad cada vez más viva y vivificadora.

La Iglesia está más decidida que nunca a revisar sus posiciones para conservar lo esencial, con el fin de no imponer lo accesorio como principal, con la esperanza de facilitar así los caminos del encuentro con nuestros hermanos separados.

He leído y releido estas palabras y casi me dan ganas de saltar. ¿Nos estaremos dando cuenta de la hora en que vivimos?


LA EXPOSICION DE LAS CAPILLITAS

Me ha venido bien este chasco para que no suba mi entusiasmo a las nubes. Las metas son buenas. Pero, ¡cuánto camino nos falta por andar!

Apenas acabé de oír a monseñor Helder Camara, me fui a visitar la "Exposición de la Iglesia", que, con motivo del Concilio, han organizado en las afueras de Roma. Fui con una ilusión enome: esperaba poder "tocar" allí a la Iglesia, ver sus fuerzas, sus esperanzas, sus proyectos. Y me he encontrado con la "exposición de nuestras capillítas", la "exposición de nuestros individualismos".

El montaje es inmenso; pabellones y pabellones en cuyo coste es mejor no pensar. Pero... cada Orden religiosa ha ido por su sitio. Pabellón de las monjitas tal, de los frailecitos cual, de los religiosos de aquí o de los sacerdotes de allá. Y todos -bueno, "casi" todos- con una idéntica cursilería, con un gemelo aburrimiento. "Fotos" y "fotos" de misioneros, vistas y vistas de negritos sonriendo, más y más reproducciones de niños desamparadísimos o felicísimos, con una monotonía asfixiante.

¿Y esto es la Iglesia? Afortunadamente, visitaban la Exposición tan sólo personas a quienes no podía hacerles daño: niños y niñas de colegios, monjas, sacerdotes. Pero, ¿y si viniera un incrédulo, uno sólo? ¿Y si alguien juzgase a la Iglesia por este montón de buena voluntad ingenua?


LA "CHINITA"

La "chinita" de la semana ha sido la publicación por "Il Giornale d'Italia" de una hipotética carta de los obispos ucranianos, que, a fin de cuentas, nos hemos quedado sin saber si es auténtica o no.

El otro día me encontré con Gianni:

-¿Ha leido "Il Giornale-? Léalo: trae una bomba.

Lo leí, y la bomba era unas declaraciones de los obispos ucranianos lamentando la venida al Concilio de los observadores rusos, venida que calificaban de "motivo de crisis de fe para los creyentes", ya que los observadores eran simplemente espías comunistas.

No podía tardar la aclaración oficial del Secretariado de la Unión de las Iglesias, en la que se afirmaba tajantemente que todos los observadores estaban demostrando un interés "estricta y profundamente religioso".

Y luego una confusa aclaración de los obispos ucranianos diciendo que lo publicado en "Il Giornale", aunque reflejaba en cierto modo su mentalidad, no era realmente un documento oficial suyo.

La cosa ha creado un cierto malestar, sobre todo por el interés de toda la Prensa conservadora en convertir el Concilio en una simple cruzada anticomunista. Hay periódicos para los que parece que el problema comunista fuese el único que hay en el mundo contemporáneo y que viven obsesionados por publicar estos dias todas las noticias habidas y por haber que pudieran producir una tensión en este sentido. A diario leemos reportajes y más reportajes sobre la Exposición de la Iglesia del Silencio, que ha montado el Padre Chiapella; entrevistas y más entrevistas a los obispos lituanos o ucranianos, que ahora viven en Norteamérica, y junto a ello una tenaz campaña de sospechas no sólo contra los observadores ortodoxos rusos, sino también contra los obispos católicos polacos o húngaros. Aunque ninguno ha llegado a la dolorida lamentación de un periódico español, que derramaba lágrimas por la forzada ­forzadísima- ausencia de monseñor Stepinac, sin recordar que no es fácil que viniera al Concilio desde el cielo.

Con todo esto, choca a diario la discreción de los órganos vaticanos y del propio Papa en este asunto: sin olvidar su dolor por el problema, saben que éste es "uno" de los temas que la Iglesia debe afrontar. Saben también que quizá convenga revisar muchas posturas anticomunistas con mucho más de "anti" que de cristiano. Saben caminar a buena distancia de un progresismo dispuesto a pactar con el comunismo y a no menor distancia de un "maccartysmo que nos lanzase a una nueva caza de brujas moscovizantes.

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