Un periodista en el Concilio


23 de noviembre de 1962


Y HOY PRENSA

Hoy sí que tenemos giro de página en el Concilio: el esquema sobre "los medios de comunicación social" ha entrado en juego. Durante las próximas sesiones, los Padres conciliares oirán hablar en un originalísimo latín de cosas tan poco latinas como la radio, la televisión, las cintas magnetofónicas o las revistas ilustradas.

La Iglesia -y todo este Concilio parece estar empeñado en demostrarlo- está dispuesta a no desconocer nada de cuanto en este mundo de hoy se está cociendo. Y en la prensa y en la television de hoy se está haciendo el hombre del mañana. El Padre Barigni -en una conferencia de Prensa- decía ayer que el "homo filmicus" y el "homo televisivus" eran radicalmente distintos del "homo prefilmicus" y el "homo pretelevisivus". La frase tiene su gracia, pero es mucho más que un latinajo. Es la simple comprobación de un hecho: Prensa, radio, cine, televisión y discos se nos han entrado de rondón en el alma y, quién más, quién menos, todos pensamos según lo que sonidos e imágenes nos sirven.

¿Cómo podía la Iglesia desconocer este fenómeno? Ocho mil diarios salen cada jornada de las rotativas del mundo, con una tirada de trescientos millones de ejemplares. Añádanse veintidós mil revistas (sin contar las científicas y las especializadas), con otros doscientos millones de ejemplares. Multiplíquense estas cifras por las ciento o ciento cincuenta mil palabras que suele tener como media un periódico diario y se sacarán cifras aterradoras.

¿Y el cine? Se producen al año unos dos mil quinientos largometrajes y unos diez mil cortometrajes, que son proyectados en ciento setenta mil salas, ante diecisiete mil millones de espectadores al año, para devorarse anualmente unos treinta y cinco mil millones de horas de la vida de la Humanidad.

Y sumemos la radio. Seis mil emisoras emiten incesantemente para cuatrocientos millones de aparatos receptores, que vienen a ser oídos -entre los diversos miembros de la familia- por un promedio de cuatro horas. Es decir: los oídos de la Humanidad vienen a estar pendientes de las radios en una cifra tan vertiginosa como son seiscientos mil millones de horas anuales.

Ultima hora: la televisión. Son ya mil las emisoras de televisión; ciento veinte millones los aparatos en todo lo ancho del planeta y doscientos mil millones las horas consumidas ante este nuevo ídolo, entronizado en el sitio mejor de los hogares. Y cada día crece este vértigo, En Norteamérica, hace unos años, el "slogan" era: "Un televisor en cada hogar". Hoy es: "un televisor en cada habitación". Porque los hogares ya están todos cubiertos.

¿Y quién podría medir el volumen del mercado de discos, en curva vertiginosamente creciente? Baste una sola cifra. Bing Crosby ha vendido sesenta millones de discos con sus canciones. ¿Cuándo un orador, un poeta, un caudillo de los siglos pasados, pudo soñar estas apabullantes cifras de oyentes, y no para dirigirse a ellos en palabras que se lleva el viento, sino para entrar en sus casas y quedarse en ellas, en un mensaje repetido monótonamente hasta que se hace inolvidable?

La Iglesia no podía quedarse indiferente ante este fenómeno. Son demasiadas las cosas importantes que se juegan en él: la libertad del hombre, el amor a la virtud o al vicio, la defensa del amor o del odio, de la paz o la guerra, la exaltación del hombre o su masificación. Hacía falta, pues, plantearse el problema hasta el fondo.

Y tanto más cuanto que no siempre los católicos hemos vivido demasiado despiertos ante ello. Hay que reconocer que a los hijos de la luz nos asustó muchisímo el siglo de la luz, y el mundo moderno nos cogió de sorpresa. El cine nos desconcertó y no pocos de nosotros se colocaron a la defensiva. ¿Y cuántos siguen aún? Quizá ha sonado la hora de que los problemas comiencen a plantearse con naturalidad. En buena hora los afronta el Concilio.


UN MILAGRO MAS

El cardenal Bea decía el otro dia que la venida de los observadores ortodoxos y protestantes al Concilio era "un verdadero milagro", un milagro que se repite cada día, cada mañana. Los vemos entrar en el Aula mezclados con los obispos, no pocas tardes nos reunimos con uno o con otro, y a diario trabajan junto a nosotros los periodistas protestantes y ortodoxos, con los que nos mezclamos, con quienes intercambiamos noticias.

Hoy hemos tenido un milagro más: una conferencia de Prensa del profesor Oscar Cullman, uno de los mejores teólogos protestantes del momento presente, organizada por la Oficina de Prensa del Concilio. ¿No es esto ya de por sí solo un milagro? Hace aún pocos años se hubiera considerado un pecado mortalísimo asistir a esta conferencia, que mañana... publicarán todas las revistas católicas, demostrando con los hechos que el espíritu vuela más de prisa que las leyes. En su presentación aludió graciosamente a ello el doctor Cullman cuando nos agradecía nuestra presencia y nos prometía hacer lo posible por no poner en peligro nuestra fe.

La conferencia me ha impresionado por su absoluta naturalidad. El profesor Cullman ha leído sus cuartillas con el tono sencillo del amigo que da unas opiniones, sin buscar seudoprofundas lecciones teológicas, pero con una admirable precisión en su vocabulario.

Ha planteado, ante todo, un problema: los observadores y la publicidad, aludiendo a "la manera simplista con la que ciertos periódicos han presentado nuestras impresiones". "Cuando alguno de nosotros manifieste reservas sobre determinadas cuestiones, os agradeceríamos que no hablaseis de una "tensión" o incluso de un conflicto; cuando decimos que estamos muy contentos, os agradeceríamos que no nos hicierais aparecer como entusiastas, porque estar contentos, guardando siempre nuestra capacidad de crítica, tiene mucho más valor para un acercamiento que una actitud entusiasta. Os agradeceríamos también que usaseis vuestra influencia para que vuestros periódicos no pongan títulos sensacionales cuando no hay nada sensacional."

Las precisiones son importantes, porque por los dos extremos se ha pecado. En los días pasados se ha llegado a decir que si se aprobaba el esquema de las fuentes de la Revelación, los observadores se irían, cuando, conociéndoles, se sabe muy bien que serían incapaces de tan indigno chantaje. Y, por otro lado, una presentación ingenua de su "entusiasmo" (ha llegado a anunciarse como título de la conferencia de uno de ellos el siguiente: "Sobre la actitud verdaderamente entusiasta de los observadores"), que ha comenzado a crearles problemas con los movimientos integristas de sus confesiones, que comenzaban a acusarles de vendidos a Roma y traidores al protestantismo y a la ortodoxia. "También nosotros tenemos nuestros ultras", me decía ayer un Pastor protestante, disculpándose.

Por ello las precisiones de Cullman tenían un gran interés: están contentos, agradecidos, rezan por el Concilio, depositan en él grandes ilusiones, hay en las sesiones cosas que les han admirado, pero no debe creerse que ellos vayan a hacerse católicos pasado mañana y que la unión de los cristianos pueda venir dentro de tres o cuatro años.

"Los observadores, en primer lugar -señalaba-, son muy diferentes entre sí; en algunas casos hay observadores que están más cerca de la Iglesia católica que de otros observadores; por tanto, es absurdo querer agrupar las impresiones de todos bajo un común denominador. ¡Dentro del Protestantismo, sobre todo, hay una tan distinta gama de distancias de la Iglesia! Un luterano o un anglicano están mucho más lejos de un Testigo de Jehová o de un adventista del Séptimo Día que de la misma Iglesia romana. Precisión y claridad, pues.

Por otro lado: ¡alto a las falsas ilusiones! Este Concilio no es un Concilio de unión: los observadores no han venido aquí a discutir con los católicos. Han venido a ver lo que piensa, en verdad, la Iglesia católica, Conocido esto, los diálogos serán mucho más fáciles. Pero los diálogos vendrán "después", no "durante el Concilio".

Mas las cosas ya conseguidas son muchas: "su presencia aquí", "la confianza recíproca que reina entre católicos y observadores", "su participación interior de los debates", ya que, si "exteriormente son observadores pasivos, internamente viven los debates con sus hermanos católicos".

Y el doctor Cullman supo terminar con una nota profundamente periodística: "Cuando se escriba la historia de este Concilio será necesario hablar de la aportación ecuménica del café-bar, que ha sido instalado para todos los miembros del Concilio. El nos permite no solamente tomar un refresco, sino también entrar en contacto con los obispos del mundo entero; contactos que serían difíciles sin el café".

Los caminos de Dios son así de sencillos: entre sorbo y sorbo de café, y dándose lumbre para un cigarrillo, puede hacerse ecumenismo. Y, aunque aún no tenemos una misma alma, una misma fe, ya no estamos tan lejos. Bueno será acercarse, aunque solo sea para aproximar nuestra cerilla a sus cigarros.


SESION ABURRIDILLA

Hay que reconocer que el esquema sobre las medios de comunicación no ha tenido demasiada suerte en las circunstancas que han rodeado su estudio. El Concilio es una asamblea asistida por el Espíritu Santo, pero es una asamblea humana, y está sometida a todas las leyes sicológicas. Una de ellas dice que después del esfuerzo viene el cansancio, que despues de la tensión apetece la siesta.

Así, tras la batalla de los días pasados y, cuando aun están vivos los comentarios sobre el hundimiento del esquema de Revelación, entra de golpe, inesperadamente, como venido de las nubes, un tema de cuerda bien diferente. ¿Cómo evitar el inevitable desconcierto momentáneo?

Era perfectamente lógico lo de hoy: por primera vez en el Concilio no había anoche suficientes oradores apuntados para llenar la jornada. Y, mientras en las jornadas anteriores la secretaría del Concilio tenía que cribar las intervenciones y siempre tenía varias docenas de Padres en espera de turno, ayer ha tenido que pedir a algunos obispo que interviniesen para llenar al menos esta primera jornada, mientras la asamblea descubría los nuevos vientos.

Sesión sosita por ello hoy, y más corta que ninguna. Prácticamente todos los Padres han estado de acuerdo con el esquema y únicamente lo han encontrado demasiado largo y lleno de repeticiones. En los ambientes periodísticos esto ha maravillado un poco. No porque el esquema disguste, sino porque, aún gustando, se opina que es muy mejorable. ¿Es que a los Padres no les interesa mucho este tema de los Medios de difusión? ¿O simplemente que, emparedado entre el tema de Revelación y el ya anunciado sobre la Unidad, la atención de los Padres se centra en comentar lo sucedido en el anterior y en prepararse para la discusión del siguiente? Sea como sea, esperemos que la sesión de mañana se anime un poco más.

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