Un periodista en el Concilio


22 de noviembre de 1962


VACACION

Se agradece la vacación de este jueves. ¡Hay tanto que repensar, que comentar con los amigos! Pero tengo la impresión de que todos estamos hoy demasiado fatigados para ponernos a pensar. Con una cierta euforia unos, con unas gotas de tristeza otros, creo que hoy casi todos buscaremos el modo de pensar en otra cosa, esperando a que el tiempo nos dé distancia para comprender hasta el fondo cuanto acabamos de vivir.

La Prensa de hoy cuenta las cosas cada uno a su aire. Los más lo orientan como una batalla personal contra el cardenal Ottaviani. Y yo siento una especie de piedad hacia mis compañeros. ¿Cómo van a entender lo que acaba de suceder si los esquemas son secretos, si las sesiones son secretas, si los comunicados oficiales son espléndidos guardadores de secretos y... si nadie les ha explicado de qué se discutía realmente? En liturgia hubo muchas conferencias de Prensa. En Revelación... ninguna. A mayor dificultad del tema, menor preparación informativa.

Algunos periodistas se meten hoy a teólogos y dan unas versiones de las dos tendencias angelicalmente simplistas. Según ellos, los innovadores, por ejemplo, dicen que la Tradición no sirve para nada, y algunos interpretan la "Tradición" en el sentido de las tradiciones, sin saber muy claramente a qué tradiciones se refieren.

Los periódicos españoles siguen -¡naturalmente!- sin equivocarse, la mayoría refríen un poquito los comunicados oficiales y... en paz. Así no hay quien se equivoque, desde luego. Pero, ¿se estarán enterando en verdad los lectores de lo que aquí está pasando?


EL OSCURANTISMO, PELIGRO DE LA IGLESIA

Ayer asistí a una interesantísima conferencia del Padre Danielou. El Concilio nos está permitiendo, entre otras cosas, conocer y oír personalmente a los más grandes teólogos del momento. Así he podido ver, en poco más de una semana, a Danielou, Congar, De Lubac, Carlos Rahner, Hans Küng, Thils y Semmelroth, Una serie de tipos interesantísimos.

Danielou es bien distinto de como me lo imaginaba: una especie de relámpago que hablase. Joven, esmirriado, con una especie de fuego vertiginoso en la palabra. Cordial, habla siempre entre risas, acentuando mucho unas frases y derribándose velocísimo en otras, de modo que a veces cuesta seguirle. Su frase es certerísima, viva, deja clavadas las ideas como mariposas con alfileres.

"El espíritu del Concilio -dijo, por ejemplo- no es el de condenar el mundo moderno, sino el de consagrarlo y orientarlo hacia Dios. Si le rechazarnoS, traicionamos nuestra Misión.

El hambre de las inteligencias es tan dramática como la de los cuerpos. Tengamos igual piedad para la primera que para la segunda. Es necesario que los hombres sean traídos por la comprensión de nuestra doctrina, como lo han manifestado y proclamado los grandes Pastores.

Lejos de dañar a la fe, los estudios exegéticos la enriquecen. El oscurantismo es uno de los mayores peligros de la Iglesia. San Franciso de Sales ha afirmado que la ciencia era tan necesaria a los sacerdotes como la santidad."


TRECE CARDENALES, DOSCIENTOS OBISPOS

¡Cuántos acontecimientos los hacen las circunstancias y juego todo hace pensar que fueron mimosísimamente preparados! La casualidad ha querido que cayera hoy una solemne tesis, anunciada hace ya tiempo para esta fecha, en el Bíblico. Y las circunstancias han convertido esta sesión académica en un acto solemnísimo.

Pocas veces habrá conocido el atrio central de la Gregoriana un espectáculo así: trece cardenales, unos doscientos obispos y casi todos los observadores -que sienten hacia el Bíblico una honda admiración- estaban allí, para demostrar su simpatía hacia esta institución, que es una especie de proclamación visible del amor de la Iglesia a la Escritura y a la ciencia moderna.

Así lo recordó su rector, el Padre Vogt, cuando, en la presentación del acto, renovó públicamente sus dos fidelidades: al Magisterio de la Iglesia y a los métodos científicos, "fidelidades que -dijo- no hay ninguna razón para que mutuamente se excluyan".


EN VISITA DE TERNURA

Tuve que salir a escape de la tesis del Bíblico, porque a la misma hora iba el Papa en visita de ternura. Y esta tarde para ver al cardenal de Toledo, enfermo en el Colegio Español.

El Papa ha vuelto a desenrollar su impresionante simpatía al hablarnos en la capilla. No hace falta señalar que, según su costumbre en todas sus charlas menores, nos ha recordado el capitulo del Kempis que hoy había leido en su lectura espiritual.

Ha tocado sus temas favoritos: la voluntad de Dios, el cielo... Y ha usado cinco veces su adjetivo predilecto- el que nunca falta en sus discursos-: "suave".

Luego, con el cardenal, ha estado once minutos y a su salida he visto el rostro de monseñor Pla emocionado. Casi hasta diría que tenía los ojos brillantes, como un muchacho feliz.

Se cierra con esto la que alguien ha llamado "jornada española del Concilio": esta mañana recibió el Papa al Episcopado español, Y tuvo las cariñosas palabras de siempre. Y el preocupado recuerdo de siempre: América. Esa América, que España tiene que seguir reconquistando, esta vez más de veras, porque no va a conquistarla para sí.

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