Un periodista en el Concilio


18 de noviembre de 1962


DOMINGO

Cae bien ahora un domingo, tras varios días de nervios. Nos hemos ido cuatro amigos a la orilla del oscuro mar de noviembre. Y nos hemos prohibido a nosotros mismos hablar del "tema" en cuestión. No lo hemos conseguido. Todos en el fondo tenemos miedo: sabemos bien que en todo encuentro puede producirse un choque o un abrazo. De un choque sólo salen chispas. De un abrazo salen fuerzas para seguir viviendo, para seguir amando. Todo encuentra es un riesgo. Pero el cielo sabrá ayudar y guiar a su Iglesia.

La fuente mejor de esperanza la ponemos todos en Juan XXIII. Ayer, en pleno debate, se fue a visitar un reformatorio, a charlar con los chavales y decirles que sean buenos. Hoy ha recibido a 28 monjes budistas y les ha dicho que él aprecia mucho el budismo, por su altura moral y porque, al igual que el cristianismo, honra a Dios y, como el cristianismo trabaja por el bien de la Humanidad.

Este hombre de Dios tiene paz suficiente como para asimilar setecientos millones de problemas.


LOS POBRES

Me ha impresionado el párrafo del cardenal Gerlier, que publica Le Monde de ayer:

La Iglesia -dice- tiene el deber de adaptarse del modo más sensible a la situación creada por el sufrimiento de tantos hombres y por la ilusión que crean algunas apariencias que hacen ver a la Iglesia con poderes dominadores. Este problema se presenta en formas muy diversas, pero en el fondo es siempre el mismo: la situación dolorosa de muchos hombres, que procede de una demasiado desigual distribución de las riquezas. ¿Cómo podría la Iglesia no sentirse obligada a remediar esto en el orden de pensamiento y en el orden de la acción? La eficacia de nuestro trabajo conciliar está atada a un problema. Si no lo abordamos habremos dejado de lado los aspectos más actuales de la realidad evangélica y humana. Todo nuestro trabajo conciliar correría el peligro de ser ineficaz si este problema no es examinado y tratado. Es indispensable arrancar todo aspecto de riqueza a esta Iglesia que no quiere ser rica. Es necesario que la Iglesia aparezca como lo que es: la madre de los pobres. Este Concilio es la gran ocasión para afirmarlo.

barra
página en construcción barra


webmaster:hsotto@ctcreuna.cl