Un periodista en el Concilio


12 de noviembre de 1962


TEMAS MENORES PERO INTERESANTISIMOS

El Concilio está rematando el estudio del esquema de la liturgia. En las dos últimas sesiones se han puesto al tablero una serie de temas menores, pero interesantísimos. Les pasaremos revista rápidamente.

El tema del día festivo, en primer lugar. Los Padres han subrayado la necesidad de volver a dar a este día el respeto que siempre debió rodearle. Algunos Padres comprobaron la gran utilidad que habían demostrado las misas vespertinas y no faltó la curiosa petición de que el tiempo de cumplimiento dominical se extendiera desde la tarde del sábado hasta la noche del domingo: muchos excursionistas salen ahora a la montaña en la tarde del sábado, para pasar el domingo lejos de la agitada vida de las ciudades ¿Por qué no podrían cumplir el deber de la misa antes de salir de excursión? Una propuesta más que el Concilio valorará en su día.

Un segundo punto: la valoración de los tiempos de Adviento y Cuaresma. Es necesario acentuar más la importancia de estos dos tiempos dentro del año litúrgico y sería de desear que el Adviento fuese en el rito latín, más largo, como es, por ejemplo, en el rito ambrosiano. También convendrá reestudiar las formas de penitencia que acompañan a la cuaresma: no eliminándolas, ya que en este siglo del lujo y del "confort" son más necesarias que nunca ante la ola del materialismo, pero sí adaptándolas a las necesidades concretas del hombre actual, especialmente en lo referido a la abstinencia, más tradición medieval que verdadera mortificación para el hombre moderno.

Fueron muchos los Padres que pidieron un calendario litúrgico fijo, situando la Pascua todos los años en el primer domingo de abril. Esto facilitaría no solo la acción pastoral, sino también evitaría muchos problemas laborales de la comunidad civil.

También se ha pedido que se revise el santoral. Se mantienen, por ejemplo, en el calendario muchos santos antiguos, hoy prácticamente desconocidos por la piedad de los fieles.

En materia de arte sagrado se recordó -lo dice así el comunicado oficial- que la Iglesia acepta todas las formas de arte, sin hacer suyo por eso ninguno de los estilos particulares que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos. La Iglesia tendrá por ello que luchar para dar a los artistas actuales la posibilidad de incorporar a sus obras la inspiración sagrada, que se funda en los cánones del arte auténtico y que es de todos los tiempos, aunque cambien las circunstancias y los gustos. El arte sagrado debe, además, encontrar su complemento en las tradiciones particulares de las diversas regiones.

También el tema de la música ha sido objeto de atención de los Padres. Por un lado se ha elogiado la importancia del canto gregoriano que ha de ser salvado de su lenta sofocación, y por otro hay que favorecer también mucho el canto religioso en lengua vulgar dando también entrada a los cantos típicos y tradicionales propios de los países de misión.

Pero quizá el tema que mayormente ha pesado en estos últimos debates ha sido el de la pobreza y sencillez en las imágenes y el culto.

He aquí cómo resume este punto el informado comentarista de "La Croix":

"Muchos obispos, entre ellos monseñor Larraín, obispo de Talca, en Chile, y secretario del CELAM, y monsenor Guyon, obispo de Bayona, han puesto el acento sobre el deber de una cierta pobreza en las celebraciones litúrgicas. ¿No es acaso la pobreza la nota particular de la Encarnación? Ciertamente, el culto debe ser bello. pero no por el esplendor que confiere la riqueza, sino por el que da la verdad. Ahora bien: ¿qué es la verdad sino la revelación de la caridad de Dios? Un Dios que se despojó a sí mismo para revestir la naturaleza humana. Como ya se ha dicho, la apostasía de las masas se debe, en parte, a la incomprensión de los ritos litúrgicos y en parte al fasto exterior, que, si tiene fundamentos históricos, no entra en el gusto de nuestro tiempo. En nuestros días son tantos y tantos los que solo conocen a la Iglesia por el cine, la televisión y las revistas ilustradas; es decir, por las ceremonias aparatosas. Y, mientras en otros tiempos la riqueza de los ornamentos y de los decorados atraía al pueblo, hoy es la pobreza evangélica lo que se estima y ama. Una forma demasiado brillante es, por tanto, un anti­testimonio, mientras que un culto más mitigado sería un testimonio y abriría las puertas a la unidad. "Que los obispos recuerden -ha añadido un Padre- que no son príncipes, sino pastores; no señores, sino servidores."

Y con esto, prácticamente, se cierran las sesiones litúrgicas. Todo da la impresión de que mañana se cerrará el estudio de este esquema.

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