Un periodista en el Concilio


10 de noviembre de 1962


UN AIRE NUEVO EN ROMA

Algún día se medirá la importancia que la Prensa está teniendo en este Concilio. Esto tuvo ya su precedente en el Concilio Vaticano I. Un Luis Veuillot pesó más que muchos Padres Conciliares. Y entonces la Prensa reducía sus tiradas a muy pocos miles de ejemplares.

Hoy los nombres son distintos, pero en influjo es de la misma línea, sobre todo ahora que empiezan a llegar los primeros números de las revistas opinando sobre el Concilio, con más base y más calma que la Prensa diaria. ¿Y cómo ignorar que muchos obispos están en contacto diario con no pocos periodistas, dirigiéndolos y orientándolos?

Por eso a nadie extrañará que los verdaderos trasfondos del Concilio puedan encontrarse en una lectura reposada de la Prensa de estas fechas.

Leo hoy, por ejemplo, un artículo, publicado ayer por "Temoignage Chrétien", bajo el título "El Concilio, visto por un romano", y leo párrafos como el siguiente:

Los que prefieren decir que no se debe cambiar nada porque estamos en el mejor de los mundos se encierran en una concepción de la Iglesia-mausoleo. Es bien evidente que, en una postura tal, la Iglesia no podría hacer frente a las revoluciones que están sucediendo en el mundo: no atreverse a mirar la realidad cara a cara es no sólo un gesto de mala política, sino también de fe dudosa. La afirmación de la universalidad de la Iglesia no debe, pues, contentarse con ser una afirmación teórica; esta universalidad debe dejar sus huellas en las estructuras centrales. La influencia numérica exagerada de una nación en el seno de la Iglesia conduciria a disminuir su catolicidad e incluso a falsear la misma noción de la catolicidad.

Los primeros en alegrarse de una desitalianización de la Iglesia deberían ser los europeos, y los italianos en particular, que se habituarían entonces a ver en la Iglesia de Cristo a la Iglesia universal, más que algo casero y demasiado familiar. Los no católicos no podrían seguir viendo en ella el reflejo de poderes políticos a los que ellos la imaginan dócil. Roma en estos días me parece que por fin resulta verdaderamente católica. Y yo espero que los Padres Conciliares contribuyan a proteger a la Iglesia de todo provincianismo. En estos días se respira en Roma un aire nuevo.

Sí, efectivamente, en Roma se respira un aire nuevo, más abierto, más universal, más católico. Nunca bendeciremos bastante a estos 2.500 obispos, que han venido a estirar el corazón a la pequeña Roma que hay dentro de Roma.


¿UN NUEVO BREVIARIO?

El Concilio, mientras tanto, prosigue a buen ritmo sus tareas: hoy se ha cerrado ya el estudio de un nuevo tema: el del breviario. Un grave e importante asunto que afecta, sobre todo, a los sacerdotes, la "caríssima pars gregis" ("la más querida parte de nuestro rebaño"), como ha dicho ayer el cardenal Léger.

El breviario, la oración publica de la Iglesia, es la principal obligación de todos los sacerdotes del mundo, una de las columnas que sostienen la vida de la iglesia.

¡Y qué hermosa cadena de elogios se han tejido en torno a él en estas dos sesiones! He aquí algunos, según los refiere el comunicado oficial:

"El oficio divino constituye una fuente de gracias para la Iglesia toda;
un medio de santificación personal;
un vínculo de unión entre todos los sacerdotes del mundo;
un manantial continuo de consuelo, particulamente -como demuestra la Historia reciente- para los sacerdotes que sufren persecución en las cárceles y campos de concentración;
alimento del alma;
sostén para los jóvenes sacerdotes en sus dificultades y preocupaciones, y para los ancianos, en sus achaques y decaimientos;
una mina de tesoros escriturísticos y patrísticos para la diaria formación del clero;
causa siempre eficiente de una vida más santa, de un trabajo apostólico más profundo y de una actividad más generosa y eficaz."

Pero a pesar de todo ello -prosigue el comunicado-, "una buena parte de los obispos presentes desea que se realice una profunda y amplia revisión del breviario".

"Si se hiciera una estadística -afirmó uno de los Padres- entre todos los que están sometidos a la obligación de recitar el oficio divino, se comprobaría qué inmensa potencia de oración representa, pero también se comprobaría con cuánta frecuencia se reduce a una multiplicación mecánica de palabras".

"Por ello -decía monseñor Garrone, arzobispo de Toulouse- el alma del obispo se siente preocupada. No se trata, ciertamente, de atentar contra un edificio tan venerable e importante como el del oficio divino. Pero los Pastores no deben desconocer las condiciones concretas de la vida y la carga apostólica de sus sacerdotes. Y esto no es amor a la novedad, es afán porque la oración sacerdotal se haga en la verdad. Que se haga para dar gracias a Dios y no como un formalismo ni, quizá, en una lengua mal asimilada"."Se trata -señaló otro Padre- de lograr un justo equilibrio entre la oración y la acción pastoral."

¿Cuáles son los problemas concretos que se presentan? El más importante afecta a la misma estructura del breviario: compuesto para la oración coral en los monasterios, en jornadas en que todas las horas del día se dedicaban a la oración, no se adapta -según numerosos Padres- a las necesidades presentes del sacerdote y -dice el comunicado oficial- "las últimas disposiciones han constituido más que nada una revisión de las rúbricas del breviario, y no resultan suficientes en el cuadro general de la reforma".

¿Qué postura tomará el concilio ante este anhelo de revisión? El esquema presentado a los Padres es, en este tema, más bien conservador. Se proyectan en él varios cambios de interés (una distribución de los salmos, no a lo largo de una semana, sino de varias: una revisión de los himnos, quitándoles cuanto tienen de extraño o de antiguas alusiones mitológicas: un repaso a las vidas de los santos, haciéndolas históricamente mas exactas y sustanciosas: una mejor distribución de los textos de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres). Pero -según este primer proyecto- el breviario quedaría fundamentalmente igual en su estructura, en su lengua y en su obligatoriedad.

¿Cuáles han sido las posturas de los padres ante este apartado del esquema? En cuanto puede juzgarse, tres: a), algunos Padres son partidarios de dejar el breviario como está; b), un segundo grupo -más numeroso- desea algunas pequeñas modificaciones, en la línea que señala el esquema, pero manteniendo fundamentalmente idéntica su estructura; c), un tercer grupo de Padres desea una revisión a fondo en la línea de hacer dos tipos de breviarios: uno en la forma del actual, para la recitación pública, y otro, más próximo a la lectura espiritual, con mayor cantidad de textos de los Padres del Nuevo Testamento y menor cantidad de salmos, para la recitación y lectura privada; un breviario que -como señaló uno de los Padres-, "se prestase menos a la recitación automática y fuera más provechoso para la propia formación del sacerdote y fuera un alimento de su predicación; un breviario -en fin- menos monacal y más pastoral".

¿Cuál de estas tres tendencias predominará? Esto sólo la hora de la votacion podrá resolverlo.

En torno a este tema central se agitaron otros varios: ¿conviene mantener el breviario en latín o sería preferible que cada sacerdote lo rezase en su lengua materna? ¿Conviene mantenerlo en su obligatoriedad íntegramente o sería mejor dejar algunas partes como obligatorias y otras como aconsejadas, pero de las que se podría prescindir en días de mayor trabajo pastoral, especialmente domingos y primeros viernes? Quizá en torno a estas preguntas la mejor respuesta fuese la dada por monseñor Yago, obispo de Abidján: "No se trata de disminuir el tiempo de la oración, sino de encontrar el tiempo y el modo de rezar mejor. En esta época en que nos preocupa tan justamente el asegurar una participación cada día más activa de los fieles en la oración de la Iglesia, ¿cómo no buscaríamos los modos de conseguir lo mismo con la oración sacerdotal haciéndola o, mejor, volviéndola a hacer agradable?"

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