Un periodista en el Concilio


7 de noviembre de 1962


UN LIBRO EXTRAORDINARIO

Nos han anunciado para mañana una interesantísima conferencia de Prensa: la del cardenal Bea. En ella nos presentará su libro La unión de los cristianos.

Por una de esas casualidades que hay en la vida he logrado pescar hoy un ejemplar y me lo he leído de un tirón. Y creo no exagerar si digo que será un libro histórico.

En los últimos años se han multiplicado las obras sobre este tema. Tanto, que puede decirse que es el problema conciliar sobre el que más volúmenes se han escrito, tantos quizá, como sobre todos los otros juntos. Pero la obra del cardenal Bea es, por el puesto que ocupa, una especie de documento oficial y solemne.

Es una especie de proclamación pública del nuevo enfoque que los teólogos católicos dan al problema de los separados. Lejos ya las viejas posturas meramente apologéticas, entendidas más como ataque que como búsqueda de la unión en la verdad. Un nuevo espíritu es el que se va imponiendo.

Cardenal Agostino BeaLa obra del cardenal es, en este sentido, verdaderamente modélica. Por su serenidad, alejada del extremismo de quienes abandonarían la verdad por llegar a la unión. Y del otro extremismo de los que se situaban ante todo en posturas de reserva, de autodefensa, de excomunión antes de llegar al diálogo. En este libro el cardenal Bea nos enseña a combinar la verdad con la serenidad, el amor a la Iglesia con el respeto a quienes están fuera de ella.

Pero esta serenidad no es un frío término medio ecléctico que simplemente se limita a no ser extremista. Monseñor Bea ha conseguido un libro caliente a la vez que científico; lleno de caridad, pero de una absoluta precisión en sus formulaciones teológicas; una obra ni de periodismo ni de investigación, cuya seriedad nunca resulta farragosa, cuyo sencillo tono coloquial jamás resulta superficial.

Y, como tercera característica, señalemos el realismo que todas las páginas de esta obra respiran. Sin fomentar baratas ilusiones ni negras amarguras, el ilustre jesuita sabe medir con exactitud esperanzas y dificultades.

La última de sus páginas puede ser el resumen de toda su postura. El camino de la Iglesia -escribe- no es una marcha triunfal, sino una conquista realizada con muchos sacrificios y fatigas, con mucho sudor y sangre porque la Iglesia tiene que vivir día a día el contraste entre el ideal y la realidad como lo sintió y lo vivió en su tiempo San Pablo. Nosotros hubiéramos preferido continuos y clamorosos triunfos, una marcha triunfal a través de la Historia. Pero Cristo prefirió pasar a través de todas las fases de la vida humana: nacimiento, infancia, juventud... edad madura y después la laboriosa predicación con todas sus dificultades. Así también quiso que su Iglesia naciese, viviera entre pañales y vagidos y que su crecimiento y maduración siguiera paso a paso la maduración de la Humanidad y su Historia. Esta necesidad constante de maduración -que hoy experimentamos, sobre todo en los terrenos de la unidad- es la que nos hace más responsables a todos en el esfuerzo de esta hora y la que hace que la Iglesia, como San Pablo, grite con más energía que nunca: "Es necesario que Cristo reine". Este reino de Cristo sobre todos -concluye monseñor Bea- es la meta del fatigoso camino de la Iglesia a través de los siglos y del mundo.

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