El tema de hoy es el de la comunión bajo las dos especies. La cosa sonará a nueva al católico español, pero no lo es para otros países en los que el deseo de comulgar no sólo con el pan, sino con el vino es algo profundamente arraigado.

Pocos sabrán que hasta el siglo XII la comunión se hacía siempre con las dos especies y que sólo en casos excepcionales -enfermos, prisioneros- se comulgaba con el solo pan. A lo largo de los siglos XIII y XIV comenzó a generalizarse la comunión bajo una especie, por motivos prácticos, y la novedad se introdujo sin luchas, naturalmente. Los fieles sabían perfectamente que bajo el solo pan recibían a Cristo entero como bajo las dos especies. Pero aún después se sigue manteniendo en algunas circunstanciaa la comunión con pan y vino: en el monasterio de Montecasino se daba hasta el siglo XV y los Papas la daban del mismo modo en el día de Pascua a todos los fieles. Y en la ceremonia de la coronación de los Emperadores, éstos comulgaban bajo las dos especies hasta bien entrado el siglo XIX.

El problema se plantea cuando en el siglo XV los hussitas, y después los protestantes, comienzan a decir que para recibir a Cristo es necesario recibir las dos especies. Y sucede con esto como con el latín, que es ahora cuando la Iglesia defiende la comunión bajo el solo pan, para aclarar que con él solo se recibe verdaderamente a Cristo. Y es por esto por lo que los Concilios de Constanza y Trento prohiben para el rito latino la comunión bajo las dos especies; no porque la considerasen mala, sino porque temían que se crease la confusión de que bajo las dos especies se recibía a Cristo más enteramente que bajo una sola. Y aún a la hora de prohibirlo los Padres Conciliares se dividieron fuertemente. La votación registró 87 votos por la prohibición y 79 por el mantenimiento de las dos especies; y los dos legados del Papa votaron con los segundos.

Hoy la situación ha cambiado: nadie pide la comunión bajo las dos especies porque crea que con el solo pan no se recibe a Cristo en sangre y carne. Se pide por una mayor fidelidad a lo que Cristo hizo en la Última Cena, por una acentuación del simbolismo de lo que se recibe, por un fortalecimiento de la devoción al expresárseles más claramente a los fieles la recepción de la sangre de Cristo. No entra, pues, para nada la fe. Hoy he visto -y me ha hecho gracia a la vez que me daba pena- el articulo en que un corresponsal español decía que los españoles no pedíamos la comunión bajo las dos especies "porque teníamos más fe". ¿Es que acaso tienen menos fe los obispos que en el Aula la piden para sus fieles? Hay patriotismos de una ingenuidad desoladora.

¿Qué resolverán los Padres sobre este problema? La mayor dificultad que ven muchos es la práctica; es mucho más difícil e incómoda la comunión bajo las dos especies: no sería muy higiénico que muchos fieles bebiesen del mismo cáliz, y el procedimiento de mojar un trozo de pan en el vino, como practican muchos orientales, se prestaría a problemas con las gotas de vino-sangre que pudieran caerse. Por otro lado, ¿y los fieles a quienes repugnase el vino?

El problema es realmente complicado. Y por ello los mismos Padres que lo defienden no tratan de pedirlo para todas las circunstancias, ni para los días ordinarios, sino para algunas grandes fiestas comunes, el Jueves Santo especialmente, y algunas fiestas individuales, día de la boda, profesión religiosa, etcétera. "Esta misma rareza -piensan- despertaría más la conciencia eucarística de los fieles en esas circunstancias." Y, por otro lado, aunque fuesen pocos días, esta aceptación agradaría a los ortodoxos, que mantienen la comunión bajo las dos especies, al aproximarnos a ellos en este aspecto de la liturgia.

Y aquí sí que no puede preverse el resultado de la votación el día que este punto se someta a la asamblea.