Ayer volvió a aparecer el diablillo de las cifras por la sala de Prensa del Concilio. Pocos momentos después de conocerse las listas de los nombramientos pontificios para las comisiones, ya sabían los periodistas cuántos pertenecian a cada nación, cuántos a cada continente y casi la edad de cada uno de los elegidos. Pero en estas listas ha habido varias sorpresas.
La primera, que, en lugar de los ocho nombramientos por comisión que preveía el reglamento, el Papa ha nombrado nueve. Ha sido curioso que para explicarnos esta anomalía la Oficina de Prensa nos haya dicho que es para que los miembros por comisión sean impares, 25 en lugar de 24, olvidándose que 24 con el presidente son impares y 25 con el presidente son pares. ¿No nos daremos nunca cuenta de que no necesitamos proteger a la verdad con interpretaciones? Parece como que tratasen de ocultar que el Papa haya nombrado para cada comisión al secretario de la Congregación correspondiente. Es algo perfectamente natural y no hay por qué ocultarlo, Tanto más cuando resultaba clarísimo ver que hace unos días hicieron ocho nombramientos para la Comisión de Liturgia y que el noveno nombre para esta comisión es el de Monseñor Dante, secretario de Ritos.
Fuera de esta elección de 11 curiales para las comisiones, pocas novedades. Cuarenta y tres naciones están representadas en estos 90 nombramientos. Se lleva Europa la mayor parte: 49 nombramientos, 24 de ellos italianos, y 25 del resto del Continente; 18 asiáticos, cifra esta sorprendentemente alta, pero comprensible si se ve que 10 de ellos son de rito oriental, con lo que el Papa ha querido que en todas las comisiones hubiera algún oriental; América, en cambio, sólo ha tenido 12 nombramientos, más cinco Africa y cuatro Oceanía.
Otra novedad interesante es el cuidado del Papa de que estuvieran representadas en las comisiones las más pequeñas o alejadas naciones: Birmania, Jordania, Iraq, Malaca, Thailandia, Costa de Marfil, Pakistán...
Con estos nombramientos, entre los 250 miembros se lleva la palma Italia, con 44 nombramientos, a los que hay que añadir los nombres de ocho presidentes de comisiones; le siguen de lejos Francia, con 21 miembros; Estados Unidos, con 20; España con 17, y Alemania, con 14.
Otro dato de interés: el Papa ha nombrado para las comisiones a nueve superiores generales de Ordenes religiosas, grupo este que quedó poco representado en las elecciones conciliares.
Y ya que estamos de números, quizá resulte curioso revisar las listas de los oradores que han intervenido en las seis primeras sesiones sobre liturgia. El total de intervenciones ha sido de 118, de las cuales 25 han sido de cardenales. Por el momento lleva la palma el cardenal Rufini, que ha hablado tres veces.
Por naciones, los italianos han intervenido en treinta ocasiones. Pero proporcionalmente han hablado mucho más los españoles, ya que, siendo menos de una cuarta parte que los italianos, han intervenido 15 veces. Los franceses nueve, ocho los alemanes, seis los norteamericanos. Los hispanoamericanos han sido, entre todos, 17; los africanos han estado poco locuaces: sólo cinco, pero hablando todos ellos en nombre de todo el Continente. Y más notable el silencio de los representantes de la Iglesia del Silencio; sólo dos Padres han intervenido por ahora.
Mientras tanto sigue avanzando el Concilio, lenta, lentamente. Monseñor Jenny señaló ayer la necesidad de la calma: "Este Concilio va a hacer el deshielo de la liturgia. Pero habrá que hacerlo con prudencia, no se vaya a provocar una inundación".
Ahora es el problema de la reforma de la misa lo que ocupa a los Padres Conciliares. Y dentro de él muchos ángulos interesantísimos. Nada menos que éstos:
-¿Cómo conseguir que los fieles dejen de asistir a la misa como simples miembros pasivos?-¿En qué fragmentos de la misa pueden permitirse adaptaciones o introducciones de ritos de diferentes culturas?
-¿No ha llegado ya la hora de devolver su importancia a la primera parte del Santo Sacrificio, declarándola necesaria para el cumplimiento del precepto dominical?
-¿Ha de hacerse el sermón parte integrante y necesaria de la misa, siendo también de obligación para los fieles el asistir a él, y prohibiendo simultáneamente todo otro tipo de sermón u oraciones que no tengan que ver con la misa durante la celebración de ésta?
-¿Conviene un reestudio de los textos bíblicos que se leen durante la primera parte de la misa, buscando un sistema giratorio, de modo que los fieles pudieran llegar a conocer toda la Biblia durante el curso de dos a tres años?
-¿No está más en la tradición de la Escritura la comunión bajo las dos especies? ¿No convendría permitirla, al menos en algunas ocasiones excepcionales?
-¿Convendría revisar nuevamente el ayuno eucaristico y ampliar las facilidades para las misas vespertinas?
He aquí una serie de problemas que están ahora en pleno estudio en el Aula Conciliar. En los próximos días habrá luz sobre ellos.
Hoy ha venido muy preocupado a hacerme una pregunta uno de los telegrafistas que me envían las crónicas al periódico. Por lo visto, el viernes su patrona puso carne de comida en la pensión.
-¿Pero no es abstinencia hoy?- preguntó mi amigo.
A lo que la patrona respondió, muy seria:
-Eso lo van a cambiar estos días en el Concilio.
Pero nuestro amigo no se había quedado muy tranquilo con esta respuesta de la improvisada "Madre" del Concilio, que por su cuenta y riesgo anticipaba sus imaginadas reformas.
Entre las intervenciones de hoy ha llamado la atención la de un obispo... protestante. ¿Pero pueden hablar los observadores en el Concilio? No, no se trataba de un observador, sino de monseñor Salomón Ferraz, antiguo obispo protestante en Brasil, a quien, al convertirse al catolicismo, la Iglesia reconoció el título episcopal, aunque actualmente no rija ninguna diócesis. Como no sabe latín, ha leído esta mañana unas cuartillas que le había traducido un eclesiástico de su tierra.
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