Un periodista en el Concilio


28 de octubre de 1962


QUERIDOS HIJITOS

Roma volvió a vivir hoy otro de sus típicos domingos otoñales, con la característica típica de este 1962: tormenta nocturna, amanecer lluvioso, blanda neblina hasta las diez de la mañana; cielo que clarea hasta la curva del mediodía, y tarde inolvidable, con un cielo multicolor, presidido por los clásicos dorados romanos.

Día tranquilo también en el aspecto conciliar. En la mañana, la misa de los periodistas, dicha esta vez por el cardenal Rugamwa. Impresionaba su alta figura, revestida de ornamentos blancos, de los que surgía la negra cabeza de ébano. Y su sonrisa -el blanco relámpago de sus dientes- al hablar, siempre sonriendo. "Pensad cuando escribáis -nos decía- que no solo escribís para vuestros lectores europeos; la Prensa, las agencias occidentales son decisivas en la Prensa de los pueblos nacientes."

El mediodía fue santificado por la charla amistosa del Papa desde la ventana de su cuarto: Queridos hijitos: a la voz del Papa le gusta difundir suavidad y confianza. Y su palabra tiene más altas y penetrantes vibraciones cuando, como ahora, los ojos contemplan la variedad y la alegría de los hijos rodeándonos. Hoy hace cuatro años del día en que la bondad del Señor quiso confiarme la sucesión del apóstol Pedro y encender más vivo en mi alma el amor a toda la familia humana. Han sido cuatro años de oraciones, de servicio, de diálogos, de alegría, y también de algun sufrimiento, pero todos y cada una de los días han transcurrido en la pronta disposición de cumplir la voluntad del Señor y en la seguridad de que todo coopera a la edificación del mundo.

Cuando la multitud -más numerosa hoy que otros domingos- se alejó, había, como siempre, una alegría más en cada alma. Por cierto que entre la gente habla dos cándidos curitas argentinos que enarbolaban dos inefables pancartas. Una decía: "¡Vivan los Padres Conciliares!", y otra: "¡Lengua vulgar para la América latina!". Y estaban, los pobres, como avergonzadillos de su audacia, como con ganas de que aquello acabase pronto, para volverse a casa.

La tarde invitaba a las excursiones, y buena parte de los Padres Conciliares aprovecharon la tarde para descansar y conocer los alrededores de Roma. En las paradas de los autobuses de Frascati, de Tivoli, de Castelgandolfo, de Subiaco, había grupos de sacerdotes vestidos de negro y solo quien, atento, descubriese en su mano el anillo pastoral podría adivinar que eran obispos.


DA VERGÜENZA NO SER AVANZADO

Yo aproveché la tarde para charlar con diversos grupos de obispos, y surgían cosas curiosísimas. Sobre todas, la preocupación de todos por la lentitud de las discusiones, por las incesantes repeticiones de lo mismo. Han sido 102 intervenciones sobre un mismo tema; es imposible que no resultasen coincidentes.

-¿Por qué no ha tomado ya la Secretaría una decisión que aligere las sesiones?- preguntamos. Y alguien nos da una estupenda respuesta:

¡Oh!, es la clásica diplomacia vaticana. Si tomasen ahora la decision de abreviar, no faltarian quienes viesen en ello una disminución de la libertad de expresión, Esperan a que todos nos cansemos de veras y a que la petición de abreviar sea un deseo común.

Otro obispo señala algo que estimo interesante:

-Os equivocáis los perodistas -dice- al imaginar que en el Concilio aparecen sólo dos opiniones contrapuestas. Estos cinco días han bastado para demostrar cómo dentro de una misma fe fundamental pueden existir opiniones de todos los colores, desde el gris más oscuro hasta el más ácido de los amarillos.

-¿Y la opinión de los que no hablan? -pregunta otro-. Hay que pensar que en una asamblea siempre hablan más los más lanzados o los más conservadores. Pero la mayoría no habla y lo que aquí interesa es la opinión de la mayoría.

Pero de todas las frases que he oído hoy quizá la que más define el momento que estamos viviendo en Roma es la de un viejo arzobispo, que decía:

-Es que en este Concilio da vergüenza no ser avanzado.

Y uno recordaba -sin ir más lejos- el Vaticano I, en el que avanzado era casi sinónimo de hereje o de modernista. Ahora da vergüenza no ser avanzado. Habrá que anotarlo.

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