Un periodista en el Concilio


27 de octubre de 1962


UN FANTASMA EN LA SALA DE PRENSA

La sala de Prensa es apasionante, aunque casi más habría que hablar del café San Pietro, al lado, que es donde todos nos reunimos a charlar y preparar nuestras crónicas. Hoy ha habido un momento de desconcierto en todos cuando un compañero egipcio nos ha preguntado como podría decirse de otra manera "Espíritu Santo". "Porque -añadió-, traducido a la letra, en egipcio eso quiere decir fantasma".


UN LECTOR ESCALDADO

Una revista frívola italiana publica hoy la carta de uno de sus lectores, que se queja de que "estos días no se puede abrir un periódico sin encontrarse las páginas llenas del Concilio Ecuménico". A lo que la revista -frivola y todo- contesta que para hablar del Concilio Ecuménico con esa alegría hace falta tener o mucha cultura o mucha estupidez. Le deseamos sinceramente que adquiera la primera".


SINTOMAS DE CANSANCIO

En los Padres comienzan a notarse los primeros síntomas de cansancio. "Todos se repiten. Hemos oído las mismas cosas dieciocho veces ya." Sucede que, como han de inscribirse con tres días de anticipación para hablar, es imposible que en el intervalo no les pise alguno lo que pensaban decir. Y así, el Concilio, avanza lento, dando vueltas y vueltas en torno al tema del latín.

Los comunicados oficiales -gracias al cielo- han comenzado a ser algo más explícitos. El de ayer y el de hoy, sin ser precisumente abundantes en noticias dan ya pistas interesantes. Incluso en el de ayer había un buen resumen de las posiciones sobre el problema del latín:

Un punto debatido es el referente a la lengua litúrgica. Algunos han expuesto las razones que obran a favor del latín, en el sentido de que su adopción no solo tiene un valor exclusivamente tradicional, sino que ejerce también una función unitaria y, por su precisión lógica y su exactitud jurídica, se presenta particularmente idóneo para la exposición de la teología y del dogma. Notable es además su valor sicológico y ascético, ya que la lengua latina obliga a un ejercicio mental y a una disciplina lógica racional, que impide el excesivo sentimentalismo, invitando a expresiones concretas y vitales.

Por otra parte -prosigue el comunicado- hay muchas razones que aconsejan el uso de las lenguas vulgares en las funciones litúrgicas. Estas razones han sido también expuestas por algunos Padres Conciliares, que han subrayado la necesidad de hacer comprensibles a la comunidad de los fieles los ritos litúrgicos, favoreciendo su activa participación en ellos. El uso de las lenguas vulgares hará comprender también la universalidad de la Iglesia, capaz, dentro de su inmutabilidad, de asimilar los valores y las tradiciones de los pueblos más diversos, de todos los meridianos del orbe y de todos los tiempos. Es un principio éste que puede tener especial aplicación en los países de misión.

No se trata -concluye el comunicado-, por lo general, de posiciones contradictorias, sino de una búsqueda común y fraterna del mejor camino a seguir en este asunto. Cada uno manifiesta libremente su pensamiento, y expone sus puntos de vista, dentro de un común afán por realizar de la manera más idónea posible los fines que la Iglesia se propone en su divina misión.

¿Qué corriente ha tenido mayoria en el Aula Conciliar? ¡Secreto de oficio! Pero no es mala pista la que hoy ha dado el obispo de La Haya, monseñor Bekkers, en una conferencia de Prensa: "El uso de la lengua vulgar ha encontrado muchos pareceres favorables, algunos favorables con reservas, y algunos decidamente contrarios". "Nosotros -añadió después refiriéndose a la postura común del Episcopado holandés- lo que pedimos es que se permita adoptar el uso de la lengua vulgar en la liturgia en varios grados experimentales, no obligatorios, de modo que cada diócesis vea la conveniencia de continuar o detener estas iniciativas experimentales."

Otra posicion interesante fue la defendida por un obispo de la Alemania oriental, que señalaba que, al haber lanzado los comunistas ceremonias especiales para matrimonios y entierros, para los católicos de la Alemania comunista era imprescindible el que la liturgia pudiera ser entendida y participada por la masa.

"Si la renovación litúrgica -señaló un obispo sudamericano- es, como se ha dicho, un soplo del Espíritu Santo, ¿cómo podríamos los obispos detener este soplo? La liturgia es un signo, es, por tanto, imprescindible el que sea inteligible."

Otra interesante intervención es la de monseñor Ancel, obispo auxiliar de Lyon, superior general del Prado, y obispo-obrero durante muchos años, que pidió a los obispos que no tienen directamente un cargo pastoral que comprendieran la angustia de los obispos-pastores, y pidió a los obispos que viven en regiones aún preservadas que no cerraran su corazón a los problemas de cuantos viven en regiones paganas o descristianizadas. Y finalmente evocó los deseos de muchos sacerdotes de hacer participar a sus fieles en la vida litúrgica, y el deseo de muchísimos fieles de encender la llama de su servicio a la Iglesia.

Una intervención aplaudida: la del obispo de Canarias -casi toda la Prensa del mundo publicó esta noticia-, que puso el acento sobre los problemas sociales de la liturgia. Es necesario que la Iglesia practique la justicia social en las ceremonias y celebraciones litúrgicas, suprimiendo cuanto huela a riqueza o a clasicismo. Jesús vino para evangelizar a los pobres y eligió a pobres para esta evangelización.

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