Un periodista en el Concilio


22 de octubre de 1962


HACIA UNA LITURGIA VIVA

Lo cuenta Julien Green en su autobiografía: en los días en que la llamada de Dios rondaba su alma de incrédulo, había algo que le frenaba y detenía ante las mismas puertas de la conversión. Era la poca fe de los cristianos en la fuerza viva de sus sacramentos. Entraba en las iglesias y observaba las caras aburridas de los asistentes. ¿Creían aquellos hombres en lo que decían creer? Examinaba a la salida de misa sus gestos frívolos. ¿Venían estos hombres de asistir a la muerte de Cristo? El escritor francés resume sus experiencias en una frase terrible: "Bajan del Calvario y... hablan del tiempo".

He aquí el problema del que quiere arrancar el Concilio. No es un pequeño tema secundario que sólo interese a los curas; es, ni más ni menos, el modo con que manifestamos nuestra fe, y en él entran en juego nuestras relaciones con Dios y el juicio que los de fuera harán sobre nuestras creencias. El cardenal Mercier contaba al final de su vida, asustado aún, cómo una de las causas de que naufragaran sus conversaciones con el protestante Lord Halifax fue que una vez vio éste, con escándalo, una precipitada genuflexión del cardenal.

Y así es cómo el Concilio, terminada su etapa de preparativos, comienza a sentarse ante el espejo para ver su rostro. Y su primera pregunta va a ser ésta: ¿Cómo va la liturgia entre los cristianos de hoy? ¿Cómo oyen su misa, cómo practican sus sacramentos? ¿Por qué la oyen y la practican como lo hacen? ¿Qué podría hacerse para conseguir una liturgia más viva, más verdadera, más auténtica? Porque no siempre fue así. En los primeros días del cristianismo la liturgia nacía fresca entre las manos de los cristianos, hablaban en su lengua cotidiana, dialogaban verdaderamente con su sacerdote, ofrecían a Dios su pan, su vino y sus ofrendas como quien da verdaderamente algo. La memoria de Jesús era aún reciente y la liturgia era diariamente una aventura nueva.

Mas pasó el tiempo y vino la inevitable rutina. Los gestos se inmovilizaron, las palabras adquirieron peso de siglos, y este peso las dio hondura, pero las dejó pesadas. Más tarde se derrumbó la cultura latina y el latín pasó a ser lenguaje de cultos, mientras la gente vivía y moría en lengua vulgar. La liturgia comenzó a ser un misterio lejano, una isla en la que el clero vivía y que los fieles miraban desde lejos; el culto se convirtió en rito: los gestos de amor se hicieron gestos teatrales; el banquete eucarístico, en el que se confraternizaba, pasó a ser la obligación de la misa que se oía, distraídamente, sin poner el corazón en juego. y, entonces, para que los fieles no se aburrieran mucho durante ella, los sacerdotes inventaron otros rezos, y "distraían" a sus fieles predicando, rezando rosarios, novenas, dando recitales de órgano, para que la misa -el sacrificio caliente de Jesús- no les resultara aburrida.

Y, como en la misa, fue sucediendo en todo. Las viejas fórmulas de los sacramentos se hicieron arcanas para quienes los recibían; palabras y gestos nacidos en otras culturas y que, en el momento de su introducción, estaban cargados de simbolismos para todos, perdieron con el tiempo su sentido y se quedaron en curiosidades extrañas, recuerdos de un tiempo muerto. El breviario, nacido en los monasterios y construido para largas horas de oración y para ser cantado en coro, se incrustó en la vida agitada de los sacerdotes y poco a poco se convirtió, para no pocos, en una simple carga, carga no tanto por su duración cuanto por su estructura construida para una espiritualidad distinta de la suya, para más circunstancias de vida alejadas de las actuales.

Tenía que llegar un momento en el que las ansias de reformas de adaptación, se impusieran. Y esta hora ha sonado. Ya desde la mitad del siglo pasado vienen creciendo en el mundo estos deseos. El sentido comunitario de la misa, el dolor de verla en exclusiva del clero nació entre los grandes teólogos alemanes del siglo pasado, los Sailer, Hoelher, Hierscher. La piedad litúrgica, el sueño de la renovación del arte y la música sagrada tuvo su patria en Inglaterra, en las figuras de Newman y Wiesseman. Pero -como observaba el otro día L'Osservatore- "la tierra madre del movimiento litúrgico es Francia, bajo el influjo y la obra del benedictino Dom Guéranguer. Desde Francia este movimiento se difundirá de país en país, conquistando particulares especificaciones y aspectos integrantes".

Con Pío X el movimiento litúrgico dejará de ser el piadoso deseo de algunos cristianos y recibirá el timbre pontificio. El "motu proprio" Tra le solecitudini, sobre la música sagrada, dará en 1903 la señal de partida para la cadena de reformas que van a conducirnos hasta el Concilio. Los conventos de Solesmes, de Malinas, de Montserrat, de Maria Laach, de Silos mantendrán viva la antorcha del espíritu litúrgico en todo el mundo. La labor de los grandes teólogos liturgistas, los Marmión, Guardini, Von Hildebrand, Jungman, Odo Casel, y tantos otros, profundizará de día en día los nuevos aspectos teológicos y bíblicos de la Liturgia, y Pío XII con su encíclica Mediator Dei pondrá la piedra fundamental de la teología litúrgica contemporánea.

Mientras, en el terreno de los hechos, todo respirará nuevos afanes: la comunión frecuente, que empieza a ser cosa normal entre los cristianos; la primera comunión de los niños, que Pío X anticipa y rodea de candor infantil; la enorme difusión del misal de los fieles -desconocido hace un siglo- y que hoy va realizando la consigna del Papa Sarto: "No rezar en la misa, sino rezar la misa"; la recuperación del sentido comunitario a través de las diversas formas de misas dialogadas; la introducción de la lengua vulgar en muchas partes de los sacramentos, permitida por Roma a muchas naciones, hasta llegarse en 1949 a la casi totalidad de la misa dicha en chino para los sacerdotes de esta nación, y la misma concesión hecha poco después para la lengua hebrea­ los primeros permisos para las misas vespertinas, que tan buenos resultados han dado en todo el mundo, facilitando el cumplimiento del precepto dominical e incluso la piedad diaria de estudiantes y obreros; la mitigación del ayuno eucarístico, que permite ahora recibir al Señor a tantos a quienes antes era difícil, si no imposible; la revivificación de la Liturgia de la Semana Santa, hoy concurrida como nunca por los fieles; la emprendida reforma del breviario y del misal, parcial todavía, pero ya fructífera, el renacimiento del canto gregoriano y la introducción de nuevas melodías que, sobre bases más o menos gregorianas, sean fácilmente asimilables por los fieles; el renacimiento del arte sagrado que, prácticamente muerto en los siglos XVIII Y XIX, comienza a renacer entre las inevitables vacilaciones, pero con mayor seguridad cada día en su paso; la simplificación en ornamentos y vasos litúrgicos, cada día más bellos y prácticos... Todo esto son pasos que marcan los deseos mundiales de una reforma completa y sistemática.

El Concilio, pues, no tendrá que andar un camino desconocido. Un siglo de movimiento litúrgico ha preparado ya sus pasos. Pero en el Concilio debe darse el marchamo o la corrección a todo esto hasta volver a conseguir una liturgia viva, en la que todos se sientan participantes.


NUEVE PUNTOS

¿Cuáles serán los puntos concretos que el Concilio tocará en sus sesiones? Nunca resulta fácil pronosticar en algo tan abierto y libre como es un Concilio. Los mismos esquemas preparados son las más de las veces desbordados a la hora de la práctica y, con frecuencia, el tema que se esperaba más apasionante apenas es tocado, mientras que otros nuevos ocupan lo mejor de las sesiones.

Pero siempre podemos oler los vientos ahora que los Padres conciliares comienzan a estudiar el esquema. Esos vientos anuncian que serán nueve los puntos que más interesarán en estos días. Apuntémoslos levemente, ya que los días próximos nos harán volver muchas veces sobre ellos:

Teología de la liturgia.- El esquema presentado a los Padres no es una cadena de pequeñas reformas rubricistas -afortunadamente-, sino un pequeño tratado de liturgia en el que se tratan de buscar las bases cristianas de toda reforma. En la discusión saldrán, naturalmente, muchísimos problemas concretos y muchas proposiciones de reformas, pero puede esperarse que las conclusiones del Concilio marcarán más las bases fundamentales de la reforma, dejando para comisiones postconciliares la realización y aplicación de estas directivas en los próximos años. Atención, pues, los ilusos: no hay que esperar cambios concretos inmediatos. El Concilio señalará la dirección de la rueda. El camino se correrá después.

Lengua vulgar en la liturgia.- No hace falta ser profetas para saber que este tema será quizá el más debatido en los próximos dias. Problema difícil y en el que pueden darse posturas muy opuestas, movidos unos por el respeto a la tradición, empujados otros por las necesidades prácticas y concretas, obsesionados unos, por conservar la unidad de la Iglesia, preocupados otros por la necesidad de llegar a todos los pueblos y culturas. ¿Hace falta ser demasiado sabios para calcular que el Concilio tomará un camino intermedio?

Adaptación de la liturgia a las diversas culturas.- Pero el problema no es solo de lengua, sino mucho más extenso. Toda la liturgia actual está construida sobre las bases de la cultura latina, occidental. ¿Y deben imponerse las formas de una cultura concreta a quienes viven en otra, haciéndoles creer que al aceptar la fe cristiana tienen que abandonar su cultura y aceptar la de los occidentales? "No debemos permitir de ningún modo -decía anteayer en una conferencia el cardenal Lercaro- que pueda hablarse jamás de colonialismo litúrgico." ¡Qué interesantes van a ser estos días las intervenciones de los obispos africanos y asiáticos!

Reforma de la misa y los sacramentos.- Pero la reforma no solo se reducirá a la lengua de la liturgia; hay muchas otras cosas que el tiempo envejeció. "Algunas ceremonias -dice el esquema presentado a los obispos- fueron con el tiempo añadiéndose a los ritos esenciales, quizá agravándoles en modo excesivo y que respondían a gustos y exigencias de particulares momentos históricos, a usos tradicionales de determinados pueblos."
A nadie extrañará por tanto una simplificación en la misa y en los sacramentos, un mayor puesto para la predicación y la Biblia e incluso un reestudio del ayuno eucarístico y una ampliación de las facilidades para las misas vespertinas.

Reforma del breviario.- La necesidad de esta reforma la conocen bien todos los sacerdotes. Y no se trata de suprimir o aligerar este deber sacerdotal de la oración. Pero si se trata de conseguir que esta plegaria encuentre cauces más provechosos, que esta oración, objetivamente utilísima al ser la oración oficial de la Iglesia, sea también subjetivamente más útil de lo que hoy es. Todos esperan una mayor elasticidad en la estructura del rezo, una forma menos monacal, con mayor entrada de los Santos Padres y del Nuevo Testamento, algo que se aproxime más a la oración meditativa y a la lectura espiritual. ¿Qué realizará en estas líneas el Concilio?

Reforma del calendario litúrgico.- He aquí otro deseo común, un calendario fijo, igual para todos los años, determinada para siempre y no fluctuante la fecha de la Pascua. Esto supondría ponerse, ante todo, de acuerdo con los orientales, que celebran su Pascua en fecha distinta de la nuestra, creando gran confusión en los países en los que coinciden católicos y ortodoxos, y supondría ponerse también de acuerdo con la Unesco, que está ahora estudiando este proyecto de calendario fijo.

Concelebración en el rito latino.- He aquí una de las riquezas que Oriente conserva con celo y que hace siglos se hicieron inhabituales en Occidente. La teología nos enseña que todos los sacerdotes participan en el sacerdocio de su obispo como participan en el de Cristo. ¿Por qué renunciar a esa hermosa ceremonia de la celebración común en la que esta participación en el sacerdocio se simboliza y se realiza? ¿Por qué perder esta hermosa riqueza, que sería tan útil en los grandes congresos con concentraciones de sacerdotes, en las tandas de ejercicios espirituales, en los monasterios, en el Jueves Santo en que tantos sacerdotes no pueden celebrar? Muchas corrientes litúrgicas aspiran a resucitar esta ceremonia. Pero es el Concilio quien tendrá la palabra.

Comunión bajo dos especies.- Basta abrir el Evangelio para recordar que Cristo distribuyó por primera vez la Eucaristía en pan y vino. Fueron la comodidad y el tiempo quienes buscaron la forma simple de comulgar solo con pan. Teológicamente esto era perfectamente válido, ya que todo Cristo está en todo el pan y en todo el vino. ¿Pero quién duda de que simbólicamente el rito eucarístico se ha empobrecido y que tiene un más vivo esplendor en la liturgia oriental? ¿Por qué no conservarlo al menos en algunas ocasiones más solemnes?

Vestiduras, arte, música sagrada.- He aquí otro capítulo que el Concilio no dejará de tocar. Las aspiraciones a un vestuario más simple, menos barroco, con menor sensación de riqueza y ostentación; los deseos de las iglesias más luminosas, menos recargadas, con mayor importancia a los altares y menor a los retablos; el sueño de una música más popular y a la vez más seria, menos sentimental, más religiosa; todo esto vive y crece en muchas almas, No dejará de vibrar en las de muchos Padres Conciliares.

He aquí los temas y las esperanzas que estos dias se barajarán en el Aula Conciliar. Un bonito esquema para empezar.


PRIMER BOLETIN DE LA OFICINA DE PRENSA

A mediodía de hoy la Oficina de Prensa del Concilio ha emitido su primer boletín oficial. Divertidísimo. Después de meterse con algunos periodistas que se están revelando cada día más descubridores de inexistentes fantasmas que objetivos informadores de la verdad, nos da, sin duda para que seamos informadores objetivos, este objetivísimo resumen de la sesión de esta mañana:

De los Padres que habían pedido la palabra han intervenido esta mañana veinte, algunos para defender el esquema, otros para atacarlo.

Magnífico. Lo malo es que con tan copiosa información o faltamos a nuestro deber de informar o nos lanzamos a buscar fantasmas existentes o inexistentes, ¿Descubriremos algún día que la mejor manera de evitar el que corran noticias falsas es dar noticias verdaderas?


NUEVOS NOMBRES PARA LAS COMISIONES

Han salido ya los nombres para las tres comisiones que faltaban y se confirman las impresiones de las siete ya conocidas, Espléndida universalidad: 43 naciones representadas en ellas, con 86 europeos, 51 americanos y 23 asiáticos o africanos. Por naciones se sitúa Italia en cabeza, con 20 representantes (sobre 409 obispos italianos), seguida por los 17 de Estados Unidos (236 obispos); por Francia, con 16 (sobre 163 prelados); Alemania, con 11 (sobre 64); España, con 10 ((sobre 81); Canadá, con nueve; Polonia, con siete; India, con cinco; etc., etc.

También interesante la distribución de los primeros puestos, Los diez primeros de las diez comisiones han sido tres franceses, dos alemanes, dos estadounidenses, un austríaco, un camerunés y un español, el arzobispo de Valladolid. Los diez segundos puestos han sido para cuatro alemanes, tres franceses, dos italianos y un chileno.

Y sigue confirmándose el éxito de la candidatura centroeuropea: 99 de los 160 elegidos figuraban en ella, 17 de la lista italiana.

Ahora ya solo faltan los 72 miembros que el Papa nombrará para nueve comisiones. Españoles hay en todas las listas menos -¡ay!- en la teológica. Trento -evidentemente- queda un poquito lejos.

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