Un periodista en el Concilio


8 de octubre de 1962


UN RAMO DE ROSAS PARA EL CARDENAL

Ayer, como me lié a escribir sobre mis temores y mis esperanzas, no conté una de las cosas más bonitas de la jornada: la llegada del cardenal Wyszynski y los obispos polacos.

Eramos varios cientos de personas los que a las ocho cincuenta y cinco de la mañana nos apelotonábamos en los andenes de la estación Términi. Con una puntualidad absoluta el tren se detuvo ante nosotros y en la portezuela de uno de los coches apareció la pálida figura del cardenal que, serio, bendecía a los que le esperaban.

Y, en aquel momento, se produjo algo que nos emocionó a todos: un hombre, joven aún, prófugo de Polonia, se precipitó hacia el cardenal y puso entre sus manos un ramo de flores blancas rodeado por una corona de rosas rojas. Y se oyó clara su voz que dijo en polaco una frase que un amigo nos tradujo después: Eminencia, dijo, este ramo es Polonia, -roja por fuera, católica por dentro. wyszynski

El cardenal sonrió por primera vez y, luego, leyó para la Prensa una declaración escrita en la que afirmaba que los obispos polacos venían a Roma para reafirmar su unidad con la Santa Iglesia Romana y para cumplir con su deber de obispos. A continuación agradeció el interés que el Papa había demostrado por su venida, dirigiéndole repetidos telegramas para lograr que este viaje pudiera realizarse.

E inmediatamente llegó la tristeza. Esto fue cuando los periodistas preguntaron cuántos obispos polacos podrían acudir al Concilio entre los 64 que tenían derecho a asistir. El cardenal se limitó a señalar a los 14 prelados que le acompañaban y añadir: Quizá aún pueda venir alguno más.

Esta tristeza en el rostro del cardenal recogía la nota amarga, quizá una de las pocas notas verdaderamente amargas, que nos toca vivir en estos días: los sillones vacíos en el Aula Conciliar. Los puestos reservados para muchos obispos que no podrán venir, "impedidos" -como suele decirse suavemente- al otro lado del "telón de acero".

De Checoslovaquia han llegado sólo dos de los tres obispos que siguen rigiendo las seis diócesis checas. De las cinco diócesis de Bohemia-Moravia sólo ha llegado monseñor Tomasek, un obispo auxiliar a quien el Gobierno no ha reconocido el título de obispo y que no puede ejercer ningún cargo pastoral después de muchos años de trabajar como tractorista en un "koljoz". De Hungría han llegado dos obispos y un administrador apostólico. Otros tres están aislados e incomunicados en sus diócesis; dos viven internados en un pequeño pueblecito, Hejce, y cinco obispos auxiliares no pueden ejercer más trabajo que el de curas de sus antiguas parroquias. Dos no han podido ser siquiera consagrados obispos.

Ningún obispo vendrá de Rumania. El único que queda de rito latino vive internado en su palacio episcopal, donde ahora puede permitirse el lujo, tantos años prohibido, de recibir visitas de sus sacerdotes. Para las cinco diócesis de rito bizantino quedan tan sólo dos obispos. En la cárcel los dos.

Bulgaria ha tenido un poquito menos de desgracia. Dos obispos, uno de cada rito, representarán a sus fieles. Pero no vendrán ya nunca monseñor Romanof, muerto hace poco en la cárcel, ni monseñor Bossilkoff, desaparecido.

Ningún obispo albanés vendrá tampoco. Nada se sabe de los tres obispos que sucedieron a los asesinados en los primeros años del nuevo régimen comunista. Ningún obispo llegará tampoco de Lituania, de Letonia ni de Ukrania, fuera de los que viven actualmente en el exilio.

La China continental no tendrá mejor suerte. Tan sólo el cardenal Tien, los arzobispos Yupin y Kuo, y otros ocho obispos refugiados en Formosa, podrán representar a los amarillos de la gran nación asiática. Tres arzobispos y 18 obispos se encuentran "impedidos" por razones demasiado conocidas.

Yugoslavia tendrá más suerte y podrán acudir casi todos sus obispos. Y de Polonia han llegado ya 14 y su cardenal. Quizá puedan aún conseguir pasaporte algunos más.

Sí, habrá sillones vacíos en el Aula Conciliar. Algunos gritarán en voz alta los ilustres nombres de quienes debieron ocuparlos. La silla cardenalicia de monseñor Myndzenty, refugiado en una embajada, lo mismo que el anciano cardenal de La Habana; la silla del arzobispo de Praga, monseñor Berán, encerrado en cualquier cárcel desconocida, o quizá muerto. O el lugar destinado a monseñor Ciu Schi Scin, el obispo de Nanchang, a quien los comunistas chinos ofrecieron la presidencia de la Iglesia cismática china si se separaba de Roma. Oh, respondió sonriendo monseñor Ciu, Papa de China es poca cosa. Permaneciendo católico puedo llegar a Papa del mundo. Y éste sí que sería un bonito honor para China, ¿no? Ahora paga su fe en una oscura celda.

Unas grandes ausencias que nadie llenará. Pero no debemos ser pesimistas. Algo limpio suena en el aire. ¿Cómo ocultar que hace unos meses temíamos que ni un solo obispo del otro lado del "telón de acero" pudiera acudir? Es cierto que faltan muchos, pero también es cierto que la voz de sus problemas podrá dejarse oír. ¿Y por qué no pensar que algo está cambiando y que vendrá un día en que los "telones de acero" se derriben?

Escribo esto porque a la tristeza de las ausencias se viene hoy a añadir otra más honda. He leído esta mañana la Prensa de varios países comentando esta llegada a Roma de los obispos polacos y húngaros y veo que la falta de serenidad campea a derecha e izquierda.

La Prensa comunista vocea estas venidas como si con ello hubiera borrado el comunismo toda la sangre cristiana hasta hoy derramada, como si unos pocos representantes de estas Iglesias pudieran llenar todos los sillones de todos los ausentes.

La Prensa liberal capitalista es aún más lamentable esta mañana. Parece como si en el fondo les molestase el que hubieran venido algunos obispos del otro lado del "telón de acero". Sienten que así no podrán aprovechar del todo el Concilio para sus campañas anticomunistas, campañas en las que tras una formulista defensa de la Iglesia se esconden -¡tantas veces!- defensas de otras cosas.

Pero no paran ahí; ya están usando su método favorito: sembrar sospechas, escribir con reticencias. Alguno llega a acusar de espías comunistas a los obispos que han podido venir, una especie de obispos vendidos al régimen.

¿Tendremos algún día serenidad? ¿Sabremos distinguir algún día nuestro sincero dolor cristiano por los que sufren persecución, con las baratas polémicas que camuflamos a veces tras este dolor? Sí, hay muchos que sueñan este Concilio como una gran batalla anticomunista, con más incluso de antirruso que de anticomunista. Tratan de oponer un espíritu belicoso al espíritu belicoso, deshonran a los mártires, los confunden con vulgares revolucionarios o contrarrevolucionarios.

Por eso uno prefiere tener fe en un mundo que empieza a madurar hacia la paz y hacia la claridad; uno se queda con la mano bendiciente del cardenal Wiszynski y siente alegría al ver que no carga sus palabras de programas de lucha, sino de gestos de amor. Al oír que cuando un periodista le preguntaba si traía algún regalo para el Papa, el cardenal, sonriendo -ahora ya contento-, respondía: "¡Oh, sí, un corazón muy grande".


AUTOMOVILES EN LATIN

La nota de humor del día la ha dado el serísimo L'Osservatore Romano al publicar un anuncio de alquiler de automóviles... en latín. Para que todos los Padres conciliares puedan entenderlo, la casa Hertz les ha comunicado que "Aequis atque apertis conditionibus apud Hertz automoviles novissimae locantur" ("En justas y bonísimas condiciones se alquilan novísimos automóviles en la casa Hertz"). Pero los enunciantes no se han quedado satisfechos con esta frase que hubiera enloquecido a Cicerón. Y continúan aclarándonos que la casa ofrece "Liberissima optione novae automoviles quacumque amplitudine sine onere minimi itineris". ("Un vasto surtido de automóviles de todos los tamaños sin obligación de kilometraje mínimo".) Y para demostrarnos la amplitud de su vocabulario latino añaden una coletilla para asegurarnos que alquilan los coches "etiam sine redario", palabra esta última elegantísima para llamar a los choferes. ¡Publicidad, publicidad, con razón tienes nombre de mujer!


¿UN EMISARIO A MOSCU?

El Corriere della Sera de hoy publica una extraña noticia. Según ella un enviado del Vaticano está desde hace cinco días en Moscú. El periódico no precisa más. ¿Un enviado del Secretariado de la Unión de las Iglesias al Patriarca Alexis? He intentado confirmar la noticia, pero no lo he logrado. Si al menos supiera si está fuera de Roma alguno de los personajes importantes del Secretariado... Pero el cardenal Bea está en Roma. ¿Quizá monseñor Willebrands? He llamado por teléfono a su oficina y me han respondido que no está. "¿Pero es que no está en la oficina o que está fuera de Roma?", he insistido. "No puedo precisarle. Sé que no ha venido a la oficina hace unos días, pero no sé si está en Roma o no", me han respondido.

Entonces puede ser que sea cierto. Porque estas visitas de invitación las ha hecho casi siempre monseñor Willebrands. He decidido enviar la noticia a mi periódico como un rumor. Veremos si mañana se confirma o no. Sería una buena noticia, aunque en muchos ambientes caería como una bomba. Esperemos.


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