Un periodista en el Concilio


6 de octubre de 1962


YA ESTA AQUI EL CONCILIO

Pues bien, ya está aquí el Concilio. ¡Qué cara de sorpresa la de todos cuando hace tres años oímos la noticia de su convocación! Pero, ¿no habían dicho que Juan XXIII era un "Papa de transición"? Y he aquí que de pronto nos desbordaba a todos con la idea del Concilio.

He oído decir que alguien quiso disuadirle de esta idea y le dijo:
-¿Pero cómo se atreve Su Santidad a convocar un Concilio a los ochenta años?

Y dicen que Juan XXIII respondió:
-Tenéis razón, sí. Pero... Y si espero a los noventa, ¿quién me dice que estaré bien para entonces?

Sea verdad o no, la cosa tiene miga. Y he aquí a la vieja Iglesia juvenilmente conducida por su anciano Pastor. De prisa, de prisa. ¿Quién hubiera incluso dicho hace tres años que esto del Concilio no era un hermoso sueño, o, cuando más, algo que se realizaría quién sabe cuándo? Y ya está aquí, al alcance de la mano. Antes incluso quizá de lo que el Papa esperaba. "Nosotros vamos a empezar a prepararlo -dijo una vez en una audiencia a un obispo español-, ya veremos quién lo inaugura. Y, sobre todo, quién lo termina." Y ya está aquí.

¿Puedo decir que hay algo que me preocupa? Me gustaría ser completamente sincero en este diario. Y quiero decir en estas primeras páginas mi tristeza al comprobar cuántos miles de miles de católicos no se han dado cuenta aún de lo que tenemos entre manos

¿Quién, en España, se preocupa hasta lo hondo del Concilio? Apenas se oye hablar de él en los púlpitos; la Prensa ha dado de él hasta ahora informaciones sin el menor interés. ¿Y en Italia? ¿Y en Roma?

Conozco esta ciudad, sé que sus entusiasmos son como los del champaña. Dicen que el romano ya lo ha visto todo, que nada le impresiona. Montas en un tranvía, entras en un bar, ¿en qué se nota que el Concilio está encima?

He estado esta tarde en una agencia A. buscando unas "fotos" para el periódico. Charlé largo con los empleados que trabajan allí. Tres de los cuatro -católicos, naturalmente- sólo habían visto al Papa una vez en su vida. Uno había ido dos o tres veces a San Pedro.
-Pero el jueves iréis a la apertura del Concilio.
-Bueno... depende...

No, no irán. Y, sin embargo, hay algo cierto: todo cuanto nos reste en nuestra vida de católicos girará en torno al Concilio, nuestra generación no tendrá otra tarea que la de realizarlo. Los santos que esta segunda mitad de nuestro siglo dará, lo serán gracias a este Concilio. ¿Y podremos estar así de dormidos? No quiero ocultar que estoy un poco triste.


TIROS DE DERECHA Y DE IZQUIERDA

Quiero recoger el interés con que la Prensa italiana ha visto el viaje del Papa a Loreto y Asís. Para nosotros, españoles, es difícil suponer lo que este viaje ha supuesto para los italianos que vivan hasta el fondo los problemas de su catolicismo y de su patriotismo. Ellos saben que el nacimiento de la unidad de su patria coincide con el robo de los Estados Pontificios.

Aman-¿y cómo no?- a los hombres que hicieron la unidad y la grandeza de su nación y saben al mismo tiempo que eran hombres excomulgados. La Conciliación era para ellos una componenda en el fondo. Y los Papas encerrados en el Vaticano, como prisioneros, eran una especie de recuerdo constante de este "pecado original" con el que nació Italia.

Por eso para ellos esta salida de Juan XXIII a lo que fueron sus Estados Pontificios es para el italiano mucho más que un gesto devoto o una anécdota curiosa. Es una especie de nueva reconciliación entre la Santa Sede e Italia, una reconciliación "viva" y no simplemente jurídica.

Hoy los periódicos vocean por eso su alegría desde todas sus primeras páginas, con titulares a ocho columnas, de los que se usan para anunciar el estallido de una guerra o el florecimiento de una paz. Incluso los periódicos comunistas tratan el tema con una relativa dignidad. (Sin que falten sus puntaditas, claro está, como aquella en la que señalan que, mientras el Papa se limitó a comer un caldito y un filete asado, los cardenales asistieron al banquete oficial, en el que se sirvió... Y aquí la lista de platos de uno de tantos banquetes oficiales. ¿Y qué iban a hacer los pobres cardenales además de soportar el martirio de todos los banquetes superserios?)

¿Y del Concilio? La Prensa italiana no está informando demasiado por el momento, pero lo está haciendo con dignidad. Aunque no falten, naturalmente, los tiros de derecha y de izquierda.

A la izquierda se esperaban los tiros de la Prensa comunista, y se esperaban muchos más. Su táctica está siendo muy hábil: elogian del Concilio lo que les gusta, comentan lo que pueden llevar a su molino e ignoran simplemente lo que no les conviene. En el Concilio -dicen- la Iglesia va a repensar su postura ante el comunismo y va a hacer con él un pacto de coexistencia. El Papa Juan es un hombre de pueblo y con él se entenderán bien ellos.

La táctica es inteligente. No ignoran que Juan XXIII es infinitamente popular; atacarle sería un disparate aún entre sus lectores, católicos aún detrás de sus inscripciones al Partido. Saben también que el Concilio le gusta a la gente, aunque sólo sea por el orgullito nacional de que todos los católicos del mundo vuelvan su vista a Roma, y Roma está en Italia. Y si además el Concilio multiplica el turismo, bendito sea el Concilio. La Prensa comunista lo ha entendido bien. No lo atacarán nunca, se limitarán simplemente a dar una versión humana a cuanto en él suceda.

Más nerviosa está la Prensa de ultraderecha. Huelen que hay cosas en el aire. Y todo cuanto sea movimiento les preocupa. El inmovilismo es su sueño. Y un Concilio... ¿quién detendrá, quién controlará a un Concilio dispuesto a estar vivo?

Síntoma de esta postura puede ser el grotesco caso de Il Borghese, esa revista que es "dogma" en ciertos ambientes españoles y que en Italia ha tenido que retirar más de una vez la censura por sus ofensas a la moral. Ahora Mario Tedeschi, su director, nos ha publicado un libro titulado Los peligros del Concilio, en el que defiende estas apasionantes tesis:

Que el Vaticano está practicando una política distensiva en relación con el mundo comunista.
Que la Secretaría de Estado está llena de progresistas.
Que la izquierda católica trata de dar vida a una internacional cristiana extendida desde el cardenal Spellman hasta Alejo VI, patriarca de Moscú.

Todo esto seria divertido si no fuera tan triste. Mario Tedeschi, por lo visto, no sabe distinguir lo que es amor a todos y lo que son las componendas politicantes.

Pero aún es más curioso el artículo que publica en el último número de Il Borghese. En él interpreta las últimas bombas puestas en el Vaticano como la protesta de un prófugo de la Iglesia del Silencio, un anticomunista italiano o francés, o quizá un sacerdote. ¿Una protesta de qué? ¡Una protesta del Concilio! ¿Pues? Sí, para Mario Tedeschi el Concilio Vaticano II será ¡¡¡el Concilio de la componenda con los comunistas!!!

Con todo esto se comprende que Il Borghese trate de defender a la Iglesia contra los peligros del Concilio. Un Concilio que, según tan alto opinante, no debería haberse convocado. En un momento de evolución en las cuestiones políticas y sociales como el actual, la Iglesia católica habría debido preocuparse únicamente de tener viva la llama de la fe. ¿Y de qué se trata más que de tener "viva" la llama de la fe? ¿No será que las ultraderechas preferían tener la llama de la fe inmóvil, es decir, muerta?

Me ha alegrado este ataque: Cuando al Concilio lo atacan a derecha y a izquierda, cuando desconfían de él desde las dos orillas, es que va por el camino justo, es que no será un Concilio de partido. ¡Dios lo mantenga así!


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